“El hombre ha nacido para morir. ¿Qué quiere decir eso? Perder el tiempo y esperar. Esperar el autobús. Esperar que canten los ratones. Esperar que a las serpientes les crezcan alas. Perder el tiempo.” (Charles Bukowski)
Según anuncian todas las encuestas, caso de repetirse elecciones los resultados no variarán el mapa que obliga a un proceso de negociación. Estando así la situación cabe preguntarse a quién beneficia este abandono de la responsabilidad, esta apatía, está desconsideración, esta tomadura de pelo, este insulto a la ciudadanía y este tocarse los huevos que practican nuestros políticos mientras aumenta el paro. Porque, o es que está dentro de su especialidad el ejercicio de no hacer nada, o es que su inteligencia es la de esnifar aire. Porque no solo se han negado hasta la fecha a reflejar la voluntad de las urnas, sino que la han ignorado con olímpico desprecio. Están dando el espectáculo político de mayor ineptitud que uno podría haber imaginado; el de perder el tiempo y el de hacérnoslo perder a todos.
De la estatua de La Moncloa ¿qué decir? En su falsa calma continúa contradiciéndose y diciendo que damos un sentido erróneo a sus palabras. Es una cosa de locos, ha debido caer en el vicio de tomar el pelo a todo dios hasta a aquellos que son de su confianza. No tiene pareja de baile, ni la tendrá: es la fea que quedará para vestir santos. Además de mirar pasar el tiempo (tic, tac, tic, tac) lo único que hace es de Rajoy, es decir; nada.
Así el asunto en la Moncloa, habrá que esperar mientras los amantes de Teruel deshojan la margarita. Él; Sánchez, cada vez más desesperado y en plena exhibición de su personalidad voluble, se ha salvado por la campana del aplazamiento sine die del congreso socialista, y ahora en contrarreloj individual (tic, tac, tic, tac) incumple su promesa de lealtad con Rivera y como un promiscuo de manual está entregando sin más su falso amor a un psicópata maltratador. El otro él; Iglesias, en plena tormenta sentimental con su ex (seguro que nos querrá hacer ver el divorcio como una simple querella de enamorados) empieza a entender que la chulería de su famoso “tic, tac, tic, tac” también le amenazaba a él. Ahora, cuando las encuestas anuncian naufragio, ve en la formación de Gobierno una balsa de salvación que, aunque arrastrada por la marea, le brinda la posibilidad de arreglar el aparejo que ya más adelante podrá tirar al agua al representante de cal viva. Pero aun así, ¿qué? Suponiendo que los barones traguen con el desprecio y los insultos de los que han sido objeto por parte del pretendiente ¿las bases de los círculos de la serpiente verán con buenos ojos que sus líderes compartan lecho con la casta?
¿Dejará Iglesias de ser ese hombre de inflexible honor desde los pies al extremo de su coleta? Sabiendo que Sánchez no puede confiar en esa mantis religiosa que le ha lanzado más de una dentellada antes de aparearse, y que lo único que tiene en común la pareja es la palabra ambición escrita en la frente, por más que acabadas sus vacaciones de holganza se dediquen sonrisas de absolución maravillosa, se creará una situación indescriptible que uno no sabe si calificarlo como disparate no será un término insuficiente.
¿Dónde estaría la estabilidad de ese amancebamiento? ¿Cuántos euros tendrá que soltar cualquiera de los novios para poder besar la mano de su pretendido? En fin, que antes o después, iremos primero de putas hasta que la muerte los separe, y después de funeral (tic, tac, tic, tac).
Y el que nos queda es Rivera, que, aun subiendo en valoración y Ciudadanos en intención de voto debido a la inoperancia de los otros, acabará por entender que su apoyo a
Sánchez ha sido una pérdida de tiempo (tic, tac, tic, tac) un amor de quinceañero.
Lo nuestro, lo del resto, es perder el tiempo y el dinero.
Antonio de La Española