La mujer se define una y otra vez. Así, en este siglo XXI, es una mujer libre y segura, que se da así misma lo que necesita en cada momento. Pero lo cierto es que esta mujer arrastra creencias, valores y patrones de sus antepasadas, que en ocasiones se encuentran en el lado más inconsciente de su mente. Indudablemente resulta complicado cambiar aquello que no se conoce, aquello que no tenemos identificado. Transformar patrones mentales que han acompañado a la mujer durante siglos no es un proceso rápido e inmediato, aunque sí posible.
Una creencia es tomar una opinión como un hecho, creyendo firmemente en que algo es de una manera determinada, sin cuestionarla, porque siempre ha sido así, porque nos hemos conformado como personas desde esa perspectiva. En ocasiones, cuestionarnos nuestras creencias hace que pongamos en peligro nuestra esencia, nuestro ser (o eso es lo que creemos). Lo cierto es que un proceso de coaching ayuda a la mujer a ‘poner en cuestión’ esas creencias y patrones mentales, aquellas que ya tiene identificadas como frenos para la consecución de sus metas, deseos y retos, y también para aquellas que todavía no ha sido capaz de identificar como creencias limitantes o bloqueantes.
Algunas de las creencias muy arraigadas de las mujeres están relacionadas con colocarse en un segundo plano vs a los hijos, la pareja, la familia o los otros en general. Cuando una mujer antepone a los demás a sus propias necesidades se está dañando así misma y como consecuencia a la propia relación. Declarar ‘yo primero’ y ser coherente con esta nueva creencia requiere en primer lugar valentía para romper lo establecido: “una madre, una esposa se debe al cuidado y protección de su familia”. En segundo lugar requiere estar dispuesta a perder los beneficios que ha estado obteniendo hasta ahora con esa perspectiva.
La mujer suele creer que el equilibrio familiar y profesional se logra atendiendo a las necesidades del sistema antes que las propias, piensa que los demás la necesitan, que los demás no saben salir adelante sin ella, que ella es un pilar básico y fundamental. Y evidentemente la mujer madre, la mujer trabajadora, la mujer hija, la mujer esposa es un pilar fundamental pero no es el único pilar que necesita el sistema (familiar, profesional…). Cuando una mujer integra en sí misma el ‘yo primero’ no significa que ya no se ocupará o protegerá al sistema familiar o profesional si no que ofrecerá a éste todo el cuidado desde el amor hacia sí misma.
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