En la Tierra a domingo, diciembre 22, 2024

La SEEN reclama políticas sanitarias para prevenir la deficiencia de yodo durante la gestación y la lactancia

Las hormonas tiroideas son imprescindibles para que todas las actividades del organismo funcionen correctamente y el yodo es un micronutriente fundamental para la síntesis de estas hormonas. Una de sus funciones más relevantes es la de contribuir a la maduración cerebral del niño, tanto en el periodo gestacional como a lo largo de los primeros años de vida. Pero para garantizar que el tiroides funcione bien, lo primero a tener en cuenta es cuidar la dieta, en la que debe haber una cantidad de yodo suficiente, tal y como manifiesta la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), en el marco de la celebración de la Semana Internacional para el Conocimiento del Tiroides.

“Debemos luchar para que se desarrollen políticas sanitarias para prevenir la deficiencia de yodo durante la gestación y la lactancia, incluyendo la suplementación de yodo. Los daños causados durante el desarrollo del cerebro por la deficiencia de la hormona tiroidea son irreversibles y afectarán al niño durante el resto de su vida”, asegura el Dr. Manel Puig, presidente de la SEEN.

Durante la gestación la mujer necesita sintetizar hormonas tiroideas para dos y además crece la eliminación del yodo en la orina, por lo que las necesidades de yodo se ven aumentadas. Los requerimientos de este elemento para las mujeres embarazadas se han establecido en 250–300 µg I/día, según el International Council for Control of Iodine Deficiency Disorders (ICCIDD).

“Una deficiencia ligera de yodo se asocia con una mayor probabilidad de que los niños tengan una capacidad intelectual algo menor. Cualquier suceso que interfiera, en mayor o menor grado en el desarrollo y maduración del cerebro, provocará que este sea diferente, probablemente con menos capacidad para fijar su atención y ser más activo (déficit de atención con hiperactividad), desconectado del mundo que le rodea (autismo) o menos inteligente (mentalmente deficiente en caso extremo)”, asegura la Dra. Sharona Azriel, secretaria de la SEEN.

Y es que, el cerebro del feto depende casi por completo de la hormona T4 materna para poder desarrollarse y madurar. “La madre debe doblar la ingesta de yodo para producir el doble de T4 durante la gestación y la lactancia”, indica el Dr. Puig.

Respecto al diagnóstico del hipotiroidismo gestacional, los resultados del reciente estudio TIROGEST, realizado en un total de 257 mujeres con hipotiroidismo diagnosticado antes de la gestación (54%) y durante la gestación (46%) atendidas en centros sanitarios de ocho comunidades de nuestro país, sugieren que en la mayoría de los centros puede estar infra o inadecuadamente diagnosticado.

“Los datos del estudio TIROGEST plantean la necesidad de un diagnóstico y tratamiento más precoces de esta enfermedad, así como el requerimiento de medidas organizativas en cada centro sanitario que permitan la realización del cribado universal y un diagnóstico más precoz, con una menor demora en el inicio del tratamiento de estas pacientes”, añade el Dr. Juan Carlos Galofré, coordinador del Área de conocimiento del tiroides de la SEEN.  

Contenido del yodo en los alimentos

El contenido de yodo a través de los alimentos es muy variable, dependerá del terreno en que se cultive, de la preparación, del procesamiento, y de la cantidad consumida. Además, durante la preparación de los alimentos se produce una pérdida de yodo de un 20% si se fríe, de un 23% si se asa a la parrilla, y de un 58% si se somete a cocción. El pescado marino, la leche y el consumo de sal yodada son los alimentos que mayor cantidad de yodo aportan. De hecho, la concentración de yodo en la leche de vaca ha aumentado en los últimos años, como muestran recientes estudios realizados en España.

“Respecto el consumo de sal yodada, recomendada en sucesivas resoluciones por la OMS, UNICEF y ICCIDD, para la prevención de trastornos por deficiencia de yodo sigue siendo una meta por cumplir. Por esto hemos de insistir en recomendar su uso ya desde antes de la gestación”, incide el Dr. Puig. Otro aspecto importante que hay que tener presente es el consumo de tabaco, ya que puede disminuir la absorción del yodo.

El caso concreto del cáncer de tiroides

Entre las enfermedades que afectan al tiroides, el caso concreto del cáncer está aumentando lentamente a lo largo de los últimos años. Esta neoplasia maligna es la quinta más frecuente en la mujer y su prevalencia es comparable a la del cáncer de útero, y sólo se ve superado en frecuencia por el de mama, pulmón y colon.

El principal reto en el manejo del cáncer de tiroides, según el Dr. Galofré, es poder llegar a ajustar la intensidad del tratamiento a la agresividad de cada cáncer en concreto. “Tenemos un problema de precisión diagnóstica y terapéutica. Muchas veces sobretratamos a los pacientes. Se necesita conocimiento más profundo de las causas moleculares concretas que están alteradas en cada paciente”, sostiene.

En su opinión, “el paciente debe de ser el protagonista y para ello es fundamental que le llegue una información contrastada sobre el estado de su enfermedad. La información que necesita el enfermo solo puede provenir de la evaluación conjunta de cada caso en el seno de un equipo multidisciplinar”, afirma este experto.

Mitos y realidades

Los expertos de la SEEN también han querido desterrar algunos mitos acerca de la tiroides. Existe la creencia de que la disminución de la función de la glándula tiroides (hipotiroidismo) se asocia a obesidad o a dificultad para perder peso. Sin embargo, tal y como destaca la Dra. Ana Lucas, secretaria del Área de conocimiento del tiroides de la SEEN, se trata de un mito, “al igual que creer que el hipotiroidismo, cuando está tratado correctamente con hormona tiroidea, puede ser un motivo de la dificultad para perder peso”.

La realidad es que las personas con hipotiroidismo pueden aumentar algo de peso (4-5 kg) antes de iniciar el tratamiento. Pero este aumento de peso se debe a la retención de líquidos que causa el hipotiroidismo, y no a un aumento de la grasa corporal. El peso ganado como consecuencia del hipotiroidismo se pierde tras unas semanas de tratamiento correcto, según esta experta.

“Tanto la obesidad como el hipotiroidismo son enfermedades muy frecuentes y, por ello, pueden darse en una misma persona. Ello no implica que una sea consecuencia de la otra”, continúa.  

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