En la Tierra a jueves, noviembre 21, 2024

La ausencia de dolor debería ser vista como un derecho de los pacientes

En España, 8 millones de personas sufren dolor crónico. Contar con unidades especializadas en su manejo permite atender mejor a estos pacientes cuyo dolor es a menudo infravalorado por otros médicos. El Dr. Juan Pérez Cajaraville, jefe de la Unidad de Dolor de HM Hospitales, explica que “el término dolor se usa para describir un rango muy amplio de sensaciones, desde la molestia de un pinchazo, golpe o pequeña quemadura hasta las sensaciones anormales de síndromes complejos, por ejemplo, del llamado dolor del miembro fantasma”.

El dolor es muy subjetivo y cada uno lo vive a su manera. Desde la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, nos cuenta, se define como  “una experiencia desagradable, sensorial y emotiva, asociada con un daño que sufre el organismo”. Y es que el dolor puede ser tanto el síntoma de una enfermedad como una enfermedad en sí mismo. “En el primer caso, constituye una señal de alarma fisiológica útil, por ejemplo, el dolor agudo en una apendicitis. En el segundo, el dolor crónico no tiene finalidad y puede constituir un punto de partida para otra patología orgánica o psicológica. Este dolor crónico es en sí una enfermedad y tiene un impacto psico-orgánico elevado en el paciente”.

Del sufrimiento a la desesperación

La definición de dolor como experiencia desagradable, subraya el Dr. Pérez Cajaraville, hace referencia a un conjunto muy amplio de sentimientos entre los que se incluyen sufrimiento, ansiedad, depresión y desesperación. Tal llega a ser en ocasiones la magnitud del dolor que puede incluso abocar al suicidio, advierte.

En este sentido, la subjetividad del dolor es tal y tan diversa la forma en que cada individuo lo experimenta que resulta muy complejo cuantificarlo. “Hoy en día -subraya- no disponemos de ninguna prueba o forma objetiva que nos permita valorar la intensidad de dolor en nuestros pacientes, por ello, debemos tratarlos según lo que ellos sientan y no sobre lo que nos parezca”.

La Unidad de Dolor

En los pacientes que llegan a las Unidades de Dolor, declara, la medición debe hacerse siguiendo un procedimiento dinámico, que empieza con una buena historia clínica, la exploración del paciente y la evaluación de pruebas complementarias para poder llegar, siempre que sea posible, a un diagnóstico.

Además, se emplean instrumentos que han sido diseñados específicamente para valorar el dolor partiendo, por ejemplo, de la observación conductual y fisiológica. No obstante, existe unanimidad al considerar que lo que dice el paciente es la fuente de mayor validez y fiabilidad  cuando hablamos de dolor, explica el Dr. Pérez Cajaraville.

Según este especialista, diversos estudios coinciden en subrayar que existe una tendencia entre los profesionales sanitarios a infravalorar el dolor de sus pacientes. Esto, explica, “conduce a pautas analgésicas insuficientes y, en consecuencia, a tratamientos inadecuados”. “Lo que no se detecta, no se trata”, afirma y es que, añade citando al neurocirujano francés René Leriche: “Sólo existe un dolor fácil de soportar: el de los demás”. Esto, por supuesto, está sujeto a muchos matices.

El tratamiento del dolor como un derecho

Tal es la complejidad del dolor y el impacto que puede llegar a tener en quienes lo padecen que se ha llegado a promover el reconocimiento mundial del tratamiento del dolor como un derecho fundamental de los seres humanos. “La ausencia de dolor debería ser vista como un derecho de los pacientes y el acceso a la terapia analgésica como una medida del respeto a este derecho”, explica el Dr. Pérez Cajaraville.

Su tratamiento, como el dolor en sí mismo, también es complejo y aunque se dispone de un importante arsenal terapéutico “continúa siendo una asignatura pendiente del sistema sanitario”. De hecho, en ocasiones, el dolor, sobre todo el crónico, llega a hacerse resistente al conjunto de los analgésicos disponibles. “En estos casos, hay que recurrir a otros medios terapéuticos que van desde el uso de la misma medicación cambiando la vía de administración a bloqueos nerviosos hasta medidas más agresivas como las neuroquirúrgicas”, detalla. Estas técnicas constituyen lo que se conoce como “cuarto escalón terapéutico” y deben ser realizadas en una Unidad de Dolor.

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