El incontrolable intercambio de personas, bienes y productos en un mundo tan globalizado como el actual conlleva también al movimiento sin límites de gérmenes y microorganismos, que viajan con tal facilidad que los sistemas nacionales de alerta y control se quedan cortos para abordar un problema de salud pública. La necesidad de establecer medidas que favorezcan la coordinación entre países se ha hecho patente de forma reciente con el brote de ébola y en catástrofes en las que se da siempre una desproporción entre las necesidades sanitarias y los recursos disponibles. Esto obliga a criterios distintos, y a veces opuestos, a los propios de la situaciones normales, lo que genera a su vez conflictos y azorantes problemas éticos, tal y como explica el presidente de la Fundación de Ciencias de la Salud, el profesor Diego Gracia en el editorial publicado en la 45 edición de la Revista EIDON (http://www.revistaeidon.es/).
En esta publicación, diferentes expertos analizan los problemas éticos que afectan en la actualidad a los profesionales en situaciones de urgencias, emergencias y catástrofes. Según la doctora María Isabel Casado, de la Sección de Investigación y Acreditaciones SAMUR-Protección Civil del Ayuntamiento de Madrid, estos escenarios plantean condicionantes particulares como la seguridad, la información, la necesidad de coordinación y colaboración, la necesidad de valoración y análisis simultáneo y rápido de la escena, así como de los recursos desproporcionados a la demanda.
“El personal sanitario debe conocer que asumir un riesgo individual afecta a la capacidad de respuesta y resolución colectiva de la situación de emergencia y catástrofe”, afirma la doctora Casado en su artículo, en el que defiende que los sanitarios que intervienen en este tipo de situaciones en el ámbito prehospitalario tienen que estar formados y entrenados.
Los profesionales sanitarios, además, se enfrentan a otras cuestiones éticas en un contexto de emergencia. Entre ellas, destacan, la clasificación de víctimas o triaje, que exige, en los primeros momentos de la atención a una catástrofe, que prime la valoración del entorno y de los pacientes como grupo, frente a la asistencia a pacientes concretos. “En este tipo de situaciones, se prioriza el interés de la salud pública o colectiva frente a la del individuo tratando de conseguir el máximo provecho del sistema, en términos de número de personas asistidas y considerando estos valores: la vida humana, la salud, el uso eficiente de los recursos y la equidad”, asegura la doctora.
Actitud del profesional sanitario ante una parada respiratoria
Los profesionales de emergencias se enfrentan a diario a situaciones estresantes donde tienen que tomar decisiones rápidamente. Tal y como explica el doctor José María Navalpotro, de la Comisión de Investigación SUMMA 112, Madrid, las que conllevan una resucitación cardiopulmonar están protocolizadas desde el punto de vista del tratamiento, pero hay numerosas situaciones desde el punto de vista ético en las que la literatura no se ha definido: “Estas situaciones van desde cuándo iniciar maniobras de resucitación hasta en qué momento pararlas, pasando por cuestiones éticas en relación a la presencia de la familia, la donación de órganos, la investigación, la docencia y la práctica clínica”.
La dificultad de tomar una decisión en estas circunstancias obliga, según el doctor Navalpotro a reflexionar antes sobre el tema: “También sería deseable que las sociedades científicas, mediante sus comités de ética, se pronunciaran claramente sobre ello, evitando que cada cual haga lo que crea más oportuno y generando una incertidumbre sobre lo que es correcto y lo que no”. Por último, este número de la revista digital EIDON también incluye una entrevista a Mark Siegler, Profesor de Ética Médica y jefe de la división de ética médica en Weill Cornell Medical College.