“El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor.” (Confucio)
Es imposible no imaginarse a nuestros líderes tocando la flauta, por si suena, mientras su país (al que tanto aman) lleva siete meses en el limbo del desgobierno de una estatua en funciones que amenaza con continuar en su posición descansen. Si grave resultan la actitud negligente y la nula aptitud de Mariano Rajoy, no menos graves y alarmantes resultan la del resto de los líderes que, en su día, nos llevaron a unas elecciones innecesarias y que hoy parecen empeñados en volver a repetir sus actos de profunda deslealtad con la sociedad y el sistema que los sostiene, dejándonos a la vista un horizonte de insignificancia.
El desafío de formar Gobierno, es una imposición de las urnas y ha quedado claro por segunda vez, por si es que no estaba, cual es el deseo de una ciudadanía que debería exigir (aunque no exige nada y le da igual si se ríen de ella y aquí se produce un cataclismo) que se lleven a término de urgencia las negociones que doten al país la capacidad de salir de este paréntesis lamentable. Pero, no. Con el mismo sentido de Estado que puede tener un semáforo, ellos a matarse con el enemigo y con los amigos, inmersos en un clima de guerracivilismo en sus propias formaciones que es el descojone de medio mundo.
No sé si es que soy más tonto que nadie, pero me parece lamentable que un país con un volumen de deuda superior al 100% del PIB, con un futuro inmediato de recortes presupuestarios y subidas de impuestos preocupantes obligados por Bruselas, se permita el lujo de mantener a esta caterva de irresponsables roza lo dantesco.
¡Ah! Y que nadie dude de que la insignificancia moral de nuestros líderes y su descomunal cobardía, algo que hace no encontrar justificación para su existencia, la vamos a pagar todos. Ya saben quiénes somos todos… somos casi todos los contribuyentes, un eslogan publicitario como el de Hacienda.
Antonio de La Española