La decisión de la celebrity Sarah Jessica Parker de dar por concluida su relación publicitaria con la compañía farmacéutica Mylan debido al desorbitado aumento del precio de su epinefrina ha suscitado una tormenta mediática que se ha extendido como la pólvora a lo largo y ancho del mundo y que ha provocado un grave perjuicio a la imagen de la compañía. Parker, cuyo hijo padece alergia a los cacahuetes, denunciaba a través de su perfil de Instagram que en los últimos nueve años EpiPen ha experimentado un aumento de precio del 400%.
Para que nos entendamos, el paquete de dos vacunas para tratar la anafilaxis o casos urgentes de alergia grave costaba menos de 100 euros en 2007 y ahora mismo alcanza los 500 euros, lo que supone que sea inasequible para la inmensa mayoría de familias. Estas, seducidas por las numerosas e impactantas campañas de publicidad especialmente dirigidas a proteger la vida de los niños, han convertido el producto en un negocio de cerca de mil millones de euros. Esto es algo que ha denunciado la propia Hillary Clinton, quien como Sarah Jessica Parker ha calificado este aumento de precio como “una barbaridad” y ha definido el suceso como otro “ejemplo de una compañía que se aprovecha de los consumidores” y que “pone sus ganancias por delante de los pacientes, aumentando los precios sin justificación”.
Ante esta situación y con el objetivo de que las críticas dejaran de deteriorar la reputación de la compañía, la cúpula directiva de Mylan ha tomado la decisión de actuar. Y se ha decantado por una solución rápida y… complaciente. Ha prometido que en las próximas semanas lanzará un EpiPen genérico con idénticas características al producto de marca pero a mitad de precio. ¿Conseguirá así contentar a todos sus detractores? Precisamente esto es lo que pretenden. Pero el que más y el que menos se preguntará: ¿Por qué, en vez de anunciar la creación de un genérico de EpiPen, no acceden a bajar el precio del medicamento innovador?
La respuesta es sencilla. Al introducir en el mercado un genérico, medicamento para el cual no se requiere una aprobación formal del organismo regulatorio de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), Mylan encuentra una vía rápida de solucionar la situación evitando ceder a la presión de legisladores y ciudadanos de rebajar el precio de EpiPen, medicamento que planea seguir vendiendo. Pero además, tal y como asegura el abogado David Rosen (Foley y Lardner), esta medida “ayudaría a Mylan a capturar una cuota de mercado que habría perdido con la introducción de otros competidores genéricos”. De ahí que esta decisión no haya conseguido apaciguar los ánimos de todos y que la polémica siga causando estragos.
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