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Empezamos nuevo año y, una vez más, un alto porcentaje de personas habiendo pasado solo unas semanas, está empezando ya a abandonar los buenos deseos que tenían para este nuevo año. Deseos de cambio, de logro, de comportarse diferente, de nuevos hábitos, de nuevos retos, de más cuidado personal…
¿Cómo es que año tras año nos hacemos tantas promesas de cambio a fin de año y las abandonamos en unas semanas?
Hay una distinción fundamental en coaching y es la que distingue entre sueño y visión.
Los sueños no tienen compromiso. No tienen coste, pero tampoco el beneficio de ayudarnos a lograr algo verdaderamente importante para nosotros. Cuando soñamos, fantaseamos sobre cómo podrían ser las cosas si se dieran determinadas circunstancias. Por supuesto, soñar puede ser realmente placentero, muestra nuestros deseos, pero soñar no lleva implícita la acción para conseguir eso que soñamos.
En la visión, es como si pusiéramos patas a esos sueños, es ponerlos en acción porque al visualizarnos habiéndolos logrado, adquirimos la determinación, el compromiso y la fuerza necesarios para ponernos en movimiento, para preparar un plan de acción.
Visualizar es traernos el futuro al presente y eso cambia nuestro día a día, porque nos da un horizonte, una dirección. Lo que necesitamos seguidamente es creer: creer en nuestras ideas, en nuestras capacidades, en nuestras habilidades, en nosotros mismos, porque cuando creemos de verdad en algo, lo creamos. Es decir, en definitiva, estamos cambiando el dicho “ver para creer” por “creer para ver”.
Seguiremos informando…