La “última milla” hace referencia a la última parte de la cadena de suministro, el paso previo a que los bienes o servicios lleguen a los usuarios finales. Es un término muy conocido en la entrega de servicios de electricidad, gas y en la industria de las telecomunicaciones y, desde la privatización de ciertos monopolios estatales, ha supuesto una fuente constante de disputa. Entre otros, ¿deberían los dueños de la infraestructura alrededor de esta “última milla” permitir que otros la usen y, si es así, bajo qué condiciones?
En los últimos años, la lucha por “la última milla” también ha estallado en el sector e-commerce. Quien entrega las mercancías en la puerta principal del cliente puede transformarse en un cuello de botella y controlar los costes. Así, los gigantes del comercio están tratando de reemplazar a los proveedores tradicionales de servicios de logística y a los servicios de mensajería con nuevas tecnologías y partners. En este sentido, nuevas tecnologías de entrega están siendo probadas en todo el mundo.
Hace poco tiempo, Amazon presentó la primera entrega directa a través de un drone, y otros minoristas, como Walmart, siguieron su ejemplo. En Alemania, por ejemplo, la cadena de pizza Domino’s está probando la entrega con robots (aunque todavía un empleado tiene que caminar a su lado para supervisar que se lleva a cabo la entrega). La infraestructura técnica para superar “la última milla” sigue siendo extremadamente compleja. Hay muchos problemas que aún deben resolverse: licencias de tráfico aéreo, vandalismo o ataques de hacking, por nombrar sólo algunos de ellos.
Pero ¿qué pasa con todas las millas antes de la tan discutida “última milla”? Es en todo este proceso anterior donde hay una serie de posibilidades de ahorro tanto en términos monetarios como de impacto al medioambiente. Esto aplica especialmente a los materiales que pueden ser “transportados” en grandes distancias digitalmente antes de ser producidos más tarde al final de la cadena de suministro.
Es precisamente en la producción de materiales impresos donde estas ventajas se aprecian de forma más clara, pero con el auge de la impresión en 3D, ¿quién sabe a dónde podemos llegar? Las empresas están imprimiendo materiales de marketing a gran escala; folletos, presentaciones y tarjetas de visita se comparten en la nube y sólo se imprimen (a corto plazo) cuándo y dónde se necesitan.
El transporte es uno de los principales causantes de las emisiones de CO2 en todo el mundo. Plataformas de impresión, como Gelato Globe, hacen innecesarios miles de kilómetros de transporte internacional. Los materiales se imprimen donde se necesitan: en Shanghai, São Paulo, San Petersburgo, Boston, Berlín u Oslo. Aquellos que no envían sus impresiones por aire o por barco alrededor del mundo pueden ahorrar hasta un 90% de las distancias de envío y evitar enormes cantidades de emisiones de CO2. Si reflexionamos acerca de este panorama nos damos cuenta de que la “última milla” de la imprenta al cliente puede llegar a ser la “única milla física” para cualquier material de marketing.