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Es muy importe el lugar dónde habitamos, no sólo el hogar físico sino nuestro propio cuerpo y nuestra piel como algo que nos envuelve, nos protege, pero que quizá también nos condiciona. En ocasiones nos sentimos extraños, como un contenido extranjero en su continente, rodeados de un entorno (piel) extraña. ¿Te has sentido alguna vez así?
Es cierto que no elegimos nuestro cuerpo, nuestro género ni nuestra orientación sexual, sencillamente nos lo encontramos, nos es dado, regalado. En nosotros está cuidarlo, acogerlo, mimarlo, descubrirlo, abrirnos a los cambios, fluir con la constante evolución de lo que somos y de lo que vamos creando. Poseemos alrededor de 200 tipos diferentes de células, de las cuales varios tipos de ellas se regeneran con cierta frecuencia, pero no todas lo hacen, y las que lo hacen no lo hacen al mismo tiempo.
Llega el verano y a los que nos gusta el sol y la playa o la montaña nos protegemos con diferentes factores de sensibilidad para no quemarnos o para no dañar seriamente nuestra piel. Si tomamos esto como metáfora podríamos aplicarlo a situaciones y hasta personas en la vida que nos deslumbran y ante las cuales sería bueno protegernos de alguna manera sin dejar de disfrutar de ellas.
Una buena manera de protegerse, quizás la mejor, es la auto-aceptación, amarse a uno mismo con pasión, con dedicación, con ternura, dedicándonos el tiempo necesario para sentir, jugar, divertirnos, descansar, etc. dando la prioridad a nuestro ser.
Es precisamente en esto, en lo que más solemos fallar cuando nos metemos en un tren de vida lleno de retos, expectativas, metas que alcanzar, trabajos por realizar, proyectos, etc. Cosas que van mermando nuestro cuidado personal y la perspectiva de que somos seres espirituales, físicos y emocionales, y no meramente maquinas o ejecutores de “las cosas que hay que hacer”.
Cuando esto ocurre, vamos perdiendo conexión con nosotros mismos y nos sentimos extraños, ya no sólo en el entorno, sino incluso dentro de nuestra propia piel.
Te sugiero que tomes un tiempo para cuidar tu piel, no sólo la física, sino la emocional. Acariciarte a ti mismo, despacio, abrázate, haz cosas que realmente te hacen sentir bien y que quizás por las prisas no las haces. Agenda esto en tu vida, dedica un tiempo para ello y empezaras a reconocerte dentro de ti. Tendrás el poder de elegir quién quieres ser, cómo quieres vivir, sin que nada ni nadie te marque las pautas o las normas, ya que cada ser humano es único y no entiende de géneros, ni de números.
Toma tiempo para escucha tu voz interior.
Entrevistamos al actor Alejandro Dorado, que interpreta el monólogo “La voz hermana” y que nos aportará más luz sobre todo esto.
Seguiremos informando…