En la Tierra a domingo, diciembre 22, 2024

La alimentación no es un tratamiento para el cáncer, pero puede ayudar a mejorar los síntomas

“Las pautas alimentarias están dirigidas a la mejoría de los síntomas y/o a la mejor tolerancia a tratamientos, pero no podemos decir que tengan un efecto terapéutico”. Con esta premisa en mente, el doctor Pedro Robledo, nutricionista del Servicio de Dietética y Nutrición de MD Anderson Madrid, ha participado en el  Programa de Actividades para la Salud y Bienestar que organiza la Fundación de MD Anderson, en esta ocasión sobre “Complementos nutricionales para la salud. Su eficacia o perjuicio”.

Dirigido tanto a pacientes como a sus familiares, el nutricionista  aclara en este curso que “podemos recomendar una determinada pauta alimentaria para prevenir efectos secundarios como las diarreas provocadas por la quimioterapia, por ejemplo, pero esto no quiere decir que en ocasiones no tengamos que prescribir también un fármaco para prevenir este efecto secundario”. Así, a la pregunta de qué alimentos comer y qué alimentos no comer, este especialista señala que “la única pauta alimentaria con evidencia científica es adoptar una dieta que cumpla con los objetivos de variabilidad y adecuación nutricional y energética y esté lo más cercana al patrón de dieta mediterránea”. De hecho, señala, en la literatura científica hay muchos ejemplos de complementos nutricionales cuyos resultados de eficacia y/o utilidad frente al cáncer se contradicen.

Así, por ejemplo, mientras que hay estudios que apuntan a que un incremento de vitamina A en la dieta podría tener un efecto preventivo frente a algunos tumores, otras investigaciones señalan que este incremento de vitamina A podría actuar, en cambio,  como precursor tumoral. En esa misma línea, hay estudios científicos que señalan que la soja podría tener un efecto preventivo frente al cáncer de mama, ovario y próstata por su alto contenido en isoflavonas pero, a su vez, existen también numerosos trabajos científicos que indican un efecto negativo en aquellos pacientes que ya tienen la enfermedad activa debido al contenido en estrógenos vegetales de este compuesto. Además, otro de los componentes de la soja derivado de las isoflavonas, la genisteína, podría tener un efecto inhibidor sobre el tamoxifeno, uno de los fármacos más utilizados para el tratamiento del cáncer de mama.

Otro falso mito del que se habla durante el seminario es de la creencia de que es mejor tomar las verduras crudas porque aportan más vitaminas cuando, destaca el doctor Robledo, “es necesario hervir la mayoría de la verduras para que los componentes beneficiosos que contienen (antioxidantes, minerales, fibra) sean biodisponibles para el intestino ya que, crudas, el aporte beneficioso de las verduras es menor”.

En cuanto al azúcar refinado, es necesario reducir su alto consumo debido a la relación que existe con la diabetes y la obesidad, pero no hay que olvidar el aporte beneficioso del azúcar proveniente de frutas y verduras (fructosa), una relación actualmente muy en boga por los múltiples estudios sobre la flora intestinal y sus procesos de fermentación intestinal en relación con patologías como la intolerancia alimentaria o la inmunidad. El problema en todas estas investigaciones es su complicación a la hora de  extrapolar estos resultados a población general. “Puede haber alteraciones en el organismo de un paciente que estén variando simultáneamente la biodisponibilidad del intestino o cualquier otra función”, subraya este especialista. 

 

Ante esto, el doctor Robledo concluye este seminario destacando la importancia de adecuar de forma individual la alimentación, aunque subraya la dificultad de encontrar qué dosis podría ser terapéutica para cada paciente oncológico a nivel nutricional. Estas dosis pueden ir variando además de acuerdo a la evolución y el estadio de la enfermedad, de igual manera que una persona sana va adaptando su dieta a los diferentes momentos de su vida.

 

Probióticos para la mejora de la respuesta a tratamientos oncológicos

De la misma forma que se ha progresado en el conocimiento de los componentes nutricionales de los alimentos, en los últimos años también se ha avanzado en el conocimiento de que la flora intestinal no solo cumple una función digestiva, sino que también participa activamente en el desarrollo y en la evolución de las enfermedades en dos sentidos. Por un lado, la flora intestinal puede influir en la respuesta a tratamientos y en la evolución de la propia enfermedad y, por otro, alteraciones en esta flora intestinal pueden contribuir al desarrollo de algunas enfermedades.

 

 

De acuerdo con esta línea de investigación, MD Anderson Cancer Center ha puesto en marcha un ensayo clínico pionero en su hospital para conocer de qué manera afectan los nuevas terapias biológicas al estado nutricional y la microbiota intestinal de los pacientes. Aparentemente, explica el doctor Robledo, uno de los responsables del estudio, “estos nuevos fármacos tienen menos efectos secundarios que la quimioterapia convencional, pero no había estudios relacionados con desnutrición y queríamos conocer qué ocurría y qué factores intervienen”.

Así, en una primera fase del estudio, el doctor Robledo y su equipo analizaron a un total de 268 pacientes para averiguar “cómo estas nuevas terapias pueden influir o modificar parámetros de ámbito nutricional en volumen y/o actividad frente a las terapias tradicionales”, señala este especialista, que concluye que efectivamente encontraron menor afectación a nivel nutricional respecto a los parámetros metabólicos habituales pero, por el contrario, una afectación mucho más aguda del aparato digestivo.

Una vez recogidos los datos, en septiembre de 2016 se puso en marcha la segunda fase  del ensayo,  que incluyó fundamentalmente a pacientes con melanoma, cáncer de pulmón o cáncer de ovario en diferentes estadios y en tratamiento solo con terapia biológica. El objetivo de esta segunda fase es determinar qué tipo de alteraciones específicas se producen en la flora intestinal de estos pacientes y si ello tiene relación con el estado nutricional.

Paralelamente a esta investigación, en MD Anderson Cáncer Houston tienen en marcha una línea de investigación complementaria que consiste en evaluar la eficacia y la respuesta a fármacos en relación con la flora intestinal. Con estos datos, apunta el doctor Robledo, “sería posible determinar qué probiótico sería eficaz y podríamos indicar al paciente para regularizar y/o normalizar el déficit de flora intestinal no patógena, lo que se traduciría en una mejor respuesta al tratamiento”.Además del centro de Houston, en esta investigación colabora también el Departamento de Biología Molecular de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y el Instituto de Investigaciones Biomédicas Alberto Sols, también de la UAM.

 

 

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