Invertir con éxito, como navegar en alta mar, es el arte de no cometer errores. Pero que nadie se engañe: cometer fallos es humano y, también, bastante común; fundamentalmente cuando hay dinero en juego y entran en acción los sentimientos y emociones. Para evitar que los ahorradores que se lanzan a la inversión tropiecen con la misma piedra, expertos de la agencia de valores Finanbest han desarrollado un listado con los 13 errores más habituales y la sabiduría centenaria del mar para evitarlos:
- No llevar toda la mercancía en un único mercante: Poner todos los huevos en la misma cesta siempre puede traer consecuencias negativas. Lo ideal es diversificar el riesgo eligiendo activos o productos que tengan un peso distinto entre ellos. De este modo, en caso de que haya pérdidas, éstas podrán verse compensadas con las ganancias que se obtengan en otros activos.
- Cuidado con las olas: Que un valor baje, no quiere decir que el rebote esté cerca, es más, lo que baja, puede caer aún más. Lo ideal sería analizar la razón por la que se ha producido ese descenso y estudiar si puede persistir en el tiempo.
- Paciencia de surfista: Suele ser más fácil recomendar tener paciencia que tenerla, pero en el caso de las finanzas e inversiones aguantar la posición cuando las ganancias están descendiendo es otro aspecto que el inversor debe controlar. Dejarse dominar por la euforia o el pánico convierte a las emociones en la brújula de la inversión, corriendo serios riesgos.
- Nadar a contracorriente: Lo más adecuado en las inversiones es comprar barato y vender caro, pero son muchos los ahorradores que, en un intento de maximizar beneficios a corto plazo, optan por comprar cuando el valor está en uno de sus puntos más altos.
- No hay viento favorable para el barco que no sabe a dónde ir: En el caso de las inversiones ocurre exactamente lo mismo. A la hora de realizar una compra o venta de activos es necesario tener en cuenta los objetivos, necesidades y riesgos que se quieren asumir para que la vida financiera del cliente sea lo más tranquila posible. Tras tener claros estos aspectos se definirá el plazo temporal de la inversión.
- En calma de mar no creas, por sereno que lo veas: fijarse en la rentabilidad obtenida en el pasado por una acción o un fondo no es garantía de nada. La volatilidad de algunos activos financieros es difícil de controlar, de hecho, se desaconseja invertir en aquellos que han vivido recientemente una época de bonanza.
- No seguir la corriente: La mejor forma de invertir es hacerlo en función de las metas individuales de cada inversor, sin dejarse llevar por las modas pasajeras. En caso de hacerlo, se corre el riesgo de llegar tarde y quedar atrapado en inversiones que pueden tardar en recuperarse.
- En mar y amores, entrarás cuando quieras y saldrás cuando puedas. No tener en cuenta el dinero que vamos a necesitar: comprar y vender acciones es sencillo. Uno siempre puede deshacerse de los títulos en caso de que se necesite liquidez de forma inmediata. No obstante, puede ocurrir que, al necesitar solvencia, se tenga que vender a un precio inferior al precio de compra y, por tanto, la inversión termine con pérdidas.
- La captura se reparte: Toda inversión implica hacer cuentas con Hacienda. Por ello, es imprescindible estar al tanto del coste potencial de cada una de ellas. Si los costes son elevados, pueden afectar significativamente al patrimonio a largo plazo. Aun así, la compra o venta debe estar impulsada por el propio valor y nunca por las consecuencias fiscales que deriven del mismo.
- Navío parado no gana flete: la inflación es el enemigo silencioso de los inversores, dado que la mayoría de ellos se centran en los rendimientos nominales y no en los reales, olvidándose de la inflación. Un proceso económico que nunca se sabe en qué va a derivar al año que viene.
- La vela hay que velarla, y si no guardarla: no revisar las inversiones. Una vez diseñada una cartera, lo normal es que con el paso del tiempo unas cosas suban y otras bajen, de manera que, al cabo de un año, la cartera configurada puede ser muy distinta a la que se creó en un principio. Estos cambios implican la necesidad de comprobar la situación de cada uno de los activos que la componen a fin de mantener el equilibrio.
- A piloto diestro, no hay mar siniestro: Cuanto más tiempo dedique el inversor a formarse, más rentabilidad podrá sacar a sus ahorros. Esta formación puede complementarse con el asesoramiento de un experto que canalice la inversión, o la supervise; pero será el inversor el que tenga que estar al tanto en todo momento de lo que se está haciendo con su dinero.
- A golpe de mar, pecho sereno: evitar el sentimiento de revancha. El mundo de la inversión requiere ser metódico y no tomar decisiones a la ligera, lo que implica saber controlar las pérdidas. En la mayoría de los casos, intentar recuperar a corto plazo el dinero sin una reflexión previa, puede acarrear una consecuencia clara: agravar la caída.