Contaba recitando: ‘Uno, dos, tres, decenueve y mil)… Azarías de mis santas e inocentes entrañas. Incombustible realidad de una España que se aferra a carros de santos de madera, y escupe al cielo, cuando nadie les ve. Olor a grasa chorizera y ruido de marchas militares, cuando no de misas eternas, inacabadas, sin sentido de continuidad, todo era provisional.
La Iglesia y sus servidores se juramentaron para crear una gran empresa, que diese sentido a la fugaz y asquerosa vida, de la gran mayoría de los paseantes de éste Valle de Lágrimas, que no del de Los Caídos… En aquellas locuras, nacimientos y extinción de grandes órdenes, quedaron los peores, los más fuertes. La historia se repite, siempre se repite.
Hoy, nos encontramos con un ejemplo vivo de una cadena de televisión, propiedad de los Obispos españoles, y que es utilizada como herramienta de uso y disfrute para dos o tres avezados ejecutivos, que juegan con las esperanzas de plantillas de informativos, que corrían detrás del reinventado Freddy Matamoros, o las grandes filas de colaboradores, que pasando bajo palio, recibían sus dádivas y prebendas. Todo estaba pactado, medido y pesado. Lo que los padres fundadores del proyecto quisieron, hoy puede empezar a hacerse realidad. ‘Una cadena generalista, para la familia, que promocione espacios de conocimiento, sin estridencias, ni imitadores, ni tertulias de peluquín’… ¡No lo van a conseguir!
Ni la prodigiosa mano de Carlos Herrera, conseguirá domar las ansias de Donuno y Dondos, ¡anda los Donettes! que ninguno monta, pero tanto monta, ¿montar?, ¡no, así no es! Tanto monta… bueno que cada uno se las componga y termine el estribillo… ¡A la sombra de los pinos!