Hace más de 40 años se demostró que los hábitos de vida saludables (alimentación, actividad física y el no consumo de productos tóxicos) son los que influyen de manera más directa y determinante en la salud de la población; por delante incuso de la herencia genética, la contaminación ambiental y la asistencia sanitaria.
Es sabido también que el consumo de tabaco, así como la actividad física escasa, incrementan el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular, pero, ¿qué papel juega nuestra alimentación en todo eso?, ¿es un factor clave para la predisposición o para la prevención de este tipo de enfermedades?
Coincidiendo con el Día Mundial del Corazón, que se celebra el 29 de septiembre, la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) quiere aclarar estos aspectos haciendo hincapié en la importancia que tiene la nutrición a la hora de prevenir o proteger nuestra salud de posibles dolencias cardiacas.
Este tipo de enfermedades constituyen la primera causa de muerte para el conjunto de la población de nuestro país, por delante del cáncer, en concreto aquellas relacionadas con el corazón o con los vasos sanguíneos. Entre ellas destacan la enfermedad coronaria, el infarto agudo de miocardio, la insuficiencia cardiaca, el accidente cerebrovascular (ictus) y la enfermedad vascular periférica.
Además son enfermedades muy asociadas a otras comorbilidades que agravan, provocan o acentúan la primera. Así, desde la SEEN aclaran que entre los factores de riesgo cardiovascular hay que incluir, además de la hiperglucemia, la hipertensión, la dislipemia (alteración de colesterol y triglicéridos), la obesidad, el sedentarismo y los hábitos de vida poco saludables. De hecho, un ejemplo claro es la diabetes, ya que tal y como explica la doctora Rebeca Reyes, coordinadora del área de Diabetes de la SEEN: “El 80 % de las personas con diabetes fallecen por enfermedad cardiovascular (cardiopatía isquémica, accidentes cerebro-vasculares)”, y explica que el hecho de tener diabetes multiplica hasta por cuatro el riesgo de mortalidad cardiovascular.
“La diabetes está asociada a un aumento de las enfermedades cardiovasculares, que continúan siendo un importante factor de morbi-mortalidad. De hecho, hay estudios que equiparan el riesgo de mortalidad de una persona con diabetes tipo 2 sin un infarto, al de una persona que haya tenido un infarto de miocardio pero no presente diabetes”.
“En estos pacientes, prevenir las enfermedades cardiovasculares es clave y debe realizarse alcanzando un buen control de la glucemia desde el diagnóstico de la diabetes, además de controlar la presión arterial y el colesterol”, señala la doctora Reyes. Para ello, además del tratamiento farmacológico, es fundamental mantener “un peso adecuado, unos hábitos de vida saludables, entre los que destaca la dieta mediterránea, la práctica de ejercicio físico regular, y no fumar”, destaca la experta. Por todo esto, la SEEN recomienda ir un paso por delante y actuar sobre los factores de riesgo que sí se pueden modificar, siguiendo las siguientes recomendaciones en alimentación:
- Tener un peso adecuado, ya que en caso de obesidad, reducir el peso repercute en la desaparición o mejora de algunos factores de riesgo como la diabetes o la hipertensión.
- Seguir una dieta saludable, reduciendo al mínimo el azúcar y las grasas animales en la alimentación, siguiendo una dieta mediterránea (rica en frutas, verduras y legumbres).
- Moderar el consumo de bebidas alcohólicas
El consumo de grasas a debate
Por otro lado, tal y como apunta el doctor Luis Miguel Luengo, miembro del área de Nutrición de la SEEN: “Siempre ha sido inevitable la existencia del debate sobre el efecto de determinados alimentos o nutrientes en la salud cardiovascular”. Un ejemplo claro de esto es el papel de las grasas en nuestra alimentación.
“Hace unos años estaban asociadas a efectos negativos, mientras que actualmente se sabe que el consumo total de grasas no parece que sea lo que más influya de nuestra alimentación en la salud cardiovascular, siendo más importante el tipo de grasas consumida más que su cantidad”.
Según este experto, a día de hoy sabemos que, por ejemplo, las grasas presentes en los pescados azules y en los frutos secos, que son ácidos grasos poliinsaturados, de la serie omega-3 y omega-6, respectivamente, ayudan a disminuir el colesterol y los triglicéridos en sangre; así como el aceite de oliva, ya que las grasas predominantes en el mismo son monoinsaturadas, y mejoran el perfil de grasas en la sangre.
Además, otro elemento que está adquiriendo cada día más relevancia es el consumo de hidratos de carbono de absorción rápida (azúcares) más que el consumo total de carbohidratos.