El otro día quedamos con periodistas de toda la vida, que con poco más de cincuenta años están pasando a la reserva, y todavía hablaban de galeradas, cíceros y esas cosas del pasado, dicen que de ayer. Sus puestos de trabajo son amortizados con rapidez, y las empresas colocan lo que encuentran a buen precio en el mercado, así da la apariencia de que todo sigue igual. Todos en la misma mesa. Las empresas asesoras de Comunicación, refugio de muchos de estos jubilados de oro, que tienen tiempo para hacer lo que no pudieron en su momento. El tener la agenda al día, el diseño de tal o cual campaña de medios, resta tiempo para Comunicar a los propios equipos con lo que se sueña. Hoy, pueden poner en marcha aquellos proyectos que tuvieron que ver dormir en el cajón.
Muchos de los periodistas que también han salido de empresas y/o medios, han visto como en los nuevos de Internet, las cosas andan mucho peor de lo que pensaban. Que el kilo de periodista está por debajo de los años ochenta, y que las expectativas de contar la verdad, cada vez son más imposibles. Porque en estos últimos años, los periodistas han visto y vivido como tenían que ir arrastrados por los juzgados, porque todo es ‘comercial’, y al que detienen por corrupto porque lo has desenmascarado, le ponen, con fianza pactada, en la calle en cuatro días, eso sí, sin pudor, y manteniendo el poder y el dinero que nos robó a todos, utilizándolo para su beneficio, y esconder, aún más si cabe, sus oscuros intereses, a una Justicia que es permanentemente despreciada y violada. Un panorama extraño, lo cual no quiere decir que no plantee un nuevo reto para nuestra profesión, que está necesitada de ánimo y credibilidad, y dejar a un lado una lucha que nunca debió existir, porque siempre tendríamos que haber sido LIBRES para expresar nuestros pensamientos, los más íntimos y los más profundos, los seres humanos tenemos que poder expresar en LIBERTAD lo que sentimos. La autocensura, la censura del editor, la del que este año no nos ha cantado un villancico, ninguna censura, venga de donde venga nos debe afectar. Y diréis: claro pero esto es muy fácil de decir, cierto. Los periodistas, los comunicadores, tenemos y tienen la obligación de decir la verdad, su verdad, aquella que defenderían hasta con vehemencia si se terciase. Porque hoy la verdad es la que llega en forma de prebenda a las distintas y multitudinarias arruinadas redacciones, que siguen, seguimos pagando sueldos del siglo XX a periodistas del siglo XXII. Hagamos un esfuerzo de imaginación entre todos, y dignifiquemos una profesión tan antigua y respetada como la estirpe humana. Y sobre todo no perdamos esta nueva oportunidad.