En la Tierra a lunes, 20 mayo, 2024

El Dúo que acabó con Madrid

Que la comunicación de Cifuentes en todo este proceso de masters y hurtos ha sido un auténtico desastre no lo pone nadie en duda. Mucho se ha escrito sobre la mala gestión de crisis de la ya ex presidenta madrileña. Pero sería injusto atribuirle a ella todos los errores, tanto como achacárselos a su jefa de gabinete y de comunicación, Marisa González. La primera por obcecarse en mantener la poltrona y la segunda por no saber ver el tsunami, ambas han dado una lección de mala gestión en comunicación con pocos precedentes.

Marisa González, experta en crear “versos sueltos” en el PP, lo tenia fácil: una jefa del partido conservador agnóstica, republicana y a favor del aborto ya era un verso suelto por sí misma. Eso sí, a su favor hay que señalar que creó un personaje. Tan falso como una moneda de cartón y a semejanza del personaje que creó con Gallardón. Pero en comunicación, aplicar siempre las mismas técnicas y el mismo modelo tiene esos riesgos: no todos los jefes son iguales ni guardan los mismos muertos en el armario. La técnica del victimismo, tan manida en el caso de Gallardon y exagerada con Cifuentes, falló esta vez y fue arrastrada por un huracán que Thelma y Louise (como ambas se hacían llamar) no acertaron a aventurar. La comunicación necesita estrategia, cabeza fría, sinceridad y humildad, unas habilidades que no sólo han brillado por su ausencia si no que han sido despreciadas por ambas.

Equivocadamente, Thelma y Louise continuaron con las carantoñas a los informadores afines y con broncas a los que minusvaloraban. Mala táctica fiarlo todo a los piropos huecos. Los periodistas nunca somos amigos de los políticos pero ellas lo pensaron. Cifuentes estuvo escondida doce días por recomendación y no precisamente médica. Y ahí continuó su martirio, como el huracán máster. Pensar que la Semana Santa iba a mitigar los efectos del ciclón es tan pueril, que hasta dan ganas de regalarles un manual de comunicación de crisis. Probablemente Cifuentes habría sido obligada a dimitir pero la diferencia entre hacerlo con dignidad o hacerlo tras la humillación del vídeo robando en un supermercado hubiera estado en un asesoramiento sincero. Ahora, cuando se pone por delante aferrarte al puesto, en uno y otro caso, los intereses son evidentemente otros.

La gestión del caso Cifuentes pasará a la historia como ejemplo de cómo no hay que hacer las cosas, y en este despropósito las protagonistas son dos.

 

La Mariblanca

 

Editorialista y experta en visiones comunicativas

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