Han pasado 100 días desde que Pedro Sánchez tomara posesión de su cargo como presidente del Gobierno, y en ese tiempo, si hay algo que ha caracterizado su estrategia de Comunicación ha sido la improvisación. Miguel Ángel Oliver, que llegó a la Moncloa para ser en enlace del Gobierno con los medios de Comunicación, ha hecho un buen trabajo dando espacio mediático a los políticos del Ejecutivo socialista, sin embargo a nivel estratégico, trabajo que ha realizado junto a Iván Redondo, jefe de Gabinete de Sánchez, no ha sabido articular un discurso coherente en su presidente ni en su equipo. Su última crisis ha llegado con la dimisión forzosa de la ya ex ministra de Sanidad, Carmen Montón, que se suma a una larga lista de problemas a la que han tenido que hacer frente.
La primera estrategia que le salió rana al presidente fue la campaña en redes sociales que trataba de vincular a Pedro Sánchez con el aura intimista de los presidentes estadounidenses. Con fotografías y mensajes que parecían haber salido de una novela rosa barata el presidente del Gobierno acabó ordenando el cese de la campaña visiblemente abochornado. Para remediar que algo así volviera a suceder, el Ejecutivo de Sánchez fichaba a la community manager de la Policía Nacional, Carolina González.
Así comienza un gran día! Has caido en nuestras redes. Deseando trabajar juntos. Superbienvenida @Cargongar72 gracias @policia https://t.co/Y2Ord4BBHX
— Miguel Angel Oliver (@maoliverf) 4 de julio de 2018
Sin embargo, este episodio se acabaría convirtiendo en una anécdota a tenor de lo que sucedería después. La primera gran crisis de comunicación del Gobierno llegó tras saberse que su recién nombrado ministro de Cultura, Maxim Huerta, había elaborado un entramado para evitar pagar a Hacienda. Incapaz de sortear la crisis y después de asegurar que contaba con el apoyo del presidente Sánchez, después de decir que no dimitiría, después de tan solo siete días en el cargo, Huerta dimitía. El televisivo ministro acaba de un plumazo con la estrategia de marketing político que Sánchez había llevado a cabo al rodearse de ministros aparentemente impecables y sobre todo muy mediáticos.
Pero no todo han sido crisis de tal magnitud durante los meses de Gobierno socialista. La erosión del ejecutivo en estos 100 días ha venido más bien provocada por sus constantes contradicciones discursivas. La más sonada de las rectificaciones fue la de la defensa del juez Llarena ante la demanda civil que Carles Puigdemont presentó en Bélgica. Aunque en un primer momento el Gobierno dijo que no asumirían su defensa, apenas unas horas después rectificó su posición y aseguró que defendería a Llarena.
De la misma manera, el Gobierno incurrió de nuevo en una contradicción cuando expresó que convertiría el Valle de los Caídos en un Museo de la Memoria, sin embargo, Sánchez cree ahora que el lugar tiene una carga simbólica difícilmente reconvertible, de modo que se conforma con sacar al dictador Francisco Franco del Valle.
Tampoco ha sido claro Pedro Sánchez con respecto a la decisión de dejar de vender armas a Arabia Saudí. Después de que el Ministerio de Defensa anunciara la intención de dejar de vender bombas al ejército saudí, el Gobierno de Arabia Saudí amenazó con cancelar el plan de compra de cinco corbetas que se están realizando en los astilleros de Cádiz. Ante este temor y la presión de los trabajadores de Navantia, Sánchez ahora no tiene tan claro que vayan a dejar de vender armamento a Arabia Saudí.
Y aunque ha superado por dos días el cumplimiento estricto de esos 100 días de Gobierno, ahora el Ejecutivo socialista se ve envuelto en nuevo escándalo después de que salieran a la luz las irregularidades con las que su ministra de Sanidad, Carmen Montón, se hizo con su máster en la Universidad Rey Juan Carlos.
100 días, en definitiva, marcados por la improvisación en la estrategia de Comunicación y los escándalos, algo que puede acabar mermando la confianza de sus electores, a los que también prometió derogar una reforma laboral que ahora dice imposible derogar.
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