El cáncer de próstata es una enfermedad prevalente y con serias implicaciones. De hecho, constituye la segunda causa de muerte por cáncer tras el de pulmón, siendo incluso en la actualidad más frecuente que el de mama, tal y como explica el Dr. José Emilio Hernández Sánchez, jefe del Servicio de Urología del Hospital General de Villalba, perteneciente a la red sanitaria pública de la Comunidad de Madrid.
El diagnóstico tardío por el “retraso con el que el paciente va a consulta, debido sobre todo al miedo, la vergüenza o el tabú”, no mejoran una situación en la que “el profesional de Atención Primaria tiene un papel clave, especialmente en ese momento del desarrollo de la patología, por lo que es importante dotarle de herramientas que le permitan enfrentarse a todos los escenarios clínicos que se va a encontrar con estos pacientes y resolver todas sus dudas”.
Ese ha sido el propósito de la jornada El cáncer de próstata, un desafío constante para el médico de Atención Primaria, recientemente celebrada en el hospital y dirigida por el jefe de su Servicio de Urología, con la participación de profesionales de este, y de Rehabilitación, Cuidados Paliativos y Psicooncología, así como de un “paciente experto” y gran afluencia de ambos niveles asistenciales.
En el encuentro se recordó que no todo en la próstata es cáncer, por lo que, de la mano del Dr. Daniel Tueti, urólogo del centro, se repasaron los conocimientos imprescindibles relacionados con la hiperplasia benigna de próstata, cuya prevalencia aumenta con la edad, no existiendo una relación directa entre el tamaño de la próstata y la intensidad de los síntomas. Su tratamiento puede ser farmacológico, para aliviar síntomas y evitar la progresión con desarrollo de complicaciones de la patología, o quirúrgico.
Prevención y diagnóstico
Las estrategias de prevención y quimioprevención y cribado poblacional ante la sospecha de cáncer de próstata, que a veces no debuta con síntomas claros, ponen el foco en el profesional de Atención Primaria que, conociendo los factores de riesgo identificados (tabaco, alcohol u obesidad) y otros protectores como el ejercicio físico o la frecuencia de eyaculación -más de 20 al mes disminuyen el riesgo de esta neoplasia un 20 por ciento-, pueden orientar la actuación a seguir, dijo la Dra. Mª Ángeles Somoza, médico de familia del Centro de Salud de Moralzarzal.
Y ahí es cuando llegamos al momento clave del diagnóstico, que pasa por el análisis de biomarcadores en orina, semen y sobre todo sangre, concretamente del antígeno prostático sanguíneo (PSA), cuya elevación constituye el primer signo de alerta y hace recomendar un tacto rectal que en un porcentaje importante de casos irá seguido de una biopsia prostática, señaló el Dr. Vicente García, urólogo del Hospital General de Villalba.
Sin embargo, como reconoce su jefe de servicio, “esta estrategia no tiene una alta rentabilidad diagnóstica ni está exenta de complicaciones, por lo que es muy importante una correcta indicación”. Para mejorarla, el hospital cuenta con un programa de biopsia fusión que basa la realización de esta prueba en una resonancia magnética previa en casos de sospecha de cáncer de próstata, y que está arrojando resultados muy positivos. “Esta estrategia ha aumentado la rentabilidad diagnóstica y nos permite detectar más tumores, incluso algunos pequeños pero muy agresivos, lo que aumenta las probabilidades de curación y el tiempo que el paciente va a poder vivir sin complicaciones”, precisó el Dr. Hernández Sánchez.
Una vez detectado el cáncer de próstata, la jornada también abordó las opciones actuales de tratamiento, que repasó el Dr. Rommel Alarcón, del citado Servicio de Urología, asegurando que la vigilancia activa evita efectos secundarios del tratamiento activo, e insistiendo en la importancia de reducir el sobretratamiento sin abandonar un posible tratamiento posterior, y de “ofrecer cirugía dentro la estrategia multimodal en casos de alto riesgo por el elevado porcentaje de recidivas y progresión”. La radioterapia externa o la braquiterapia también son una alternativa terapéutica a considerar en el proceso de toma de decisiones.
Respecto al cáncer de próstata avanzado, el Dr. Hernández Sánchez explicó que, “más allá de la clásica hormonoterapia”, existen hoy en día tratamientos farmacológicos que están ofreciendo resultados oncológicos esperanzadores y abriendo la puerta a una posible cronificación de la enfermedad.
Ciertamente, en la mayor parte de estrategias los efectos secundarios y secuelas de los tratamientos, sobre todo la disfunción eréctil y la incontinencia urinaria, son un problema importante para los pacientes, cuyo abordaje debe priorizarse y realizarse de forma multidisciplinar, en opinión de la Dra. Natalia González, especialista del mismo servicio. En el primer caso, hay varias líneas de tratamiento que contemplan incluso la prótesis de pene, si las características del paciente lo permiten. En cuanto al segundo, abarcan desde la reeducación vesical, la modificación de hábitos de vida y la rehabilitación del suelo pélvico, hasta el tratamiento farmacológico, la utilización temporal de dispositivos externos y la cirugía.
Cuidados paliativos, psicológicos y personales
Más allá de estas estrategias, el abordaje del cáncer de próstata también incluye otras esferas, como los cuidados paliativos, de los que habló el Dr. José María Fraile, especialista de este servicio en el Hospital Cruz Roja San José y Santa Adela. “Se deben integrar con los urológicos lo antes posible porque pueden aumentar levemente la supervivencia, mejorar la calidad de vida del paciente y sus familiares y prevenir o aliviar el sufrimiento”, afirmó. Asimismo, ayudan a controlar los síntomas de una patología de larga evolución con comorbilidades específicas que aumentan con la progresión y de los efectos adversos de los tratamientos.
Igualmente importante es la atención psicológica al enfermo y sus familiares, ya que, como confirmó la Dra. Marta Segura, psicóloga clínica de la Unidad de Psicooncología del hospital, la mitad de los afectados acaba desarrollando síntomas psiquiátricos durante la evolución de la enfermedad, que cuadruplica la tasa de suicidio. Además, la patología altera la percepción de masculinidad del afectado, lo que también repercute negativamente en la pareja.
Pese a todo, quien mejor puede tomar la iniciativa para mejorar su calidad de vida es el propio paciente, protagonista de su proceso. Así lo demostró José Luis, paciente del Servicio de Urología del hospital, quien compartió con los asistentes su experiencia personal y cerró la jornada recomendando a otros enfermos “valorar positivamente las opciones de tratamiento, poner la salud en manos de profesionales, huir del victimismo y disfrutar de los aspectos de la vida que van bien y, por supuesto, dejarse querer, pero no tiranizar a los que te quieren”.