La pantalla del ordenador indica que todo va bien. La telemetría está monitorizando a Juan, un paciente de 61 años operado del corazón que en ese momento realiza ejercicios de resistencia. Se valora continuamente la respuesta del corazón ante un ejercicio adaptado a sus condiciones físicas. Juan, se sometió hace tres meses a una cirugía cardiaca complicada, un cuádruple bypass. Poco a poco recupera la fuerza física. Le preocupaba no volver a jugar al tenis, pero ha vuelto a coger la raqueta y asegura que cada día se siente mejor. El mérito pertenece a la nueva Unidad de Rehabilitación Cardiaca que Ruber Internacional ha puesto en marcha en su Centro Médico de Paseo de La Habana, en Madrid.
Juan visita esta unidad dos veces a la semana. Ya lleva ocho sesiones. Hace sentadillas, sube y baja escaleras, levanta pesas, trota y pedalea sobre uno de los tres cicloergómetros y la cinta de última generación que se ha instalado en una sala de la segunda planta del centro. Lo hace sonriente y bajo la supervisión de María López Bueno, una enfermera especialista en rehabilitación cardiaca que le acompaña durante las series físicas. A continuación, María anota en una hoja la evolución del paciente. El programa, dirigido por la cardióloga Ana Alegría, tiene como objetivo retomar o iniciar la actividad física de forma supervisada y efectiva tras un problema de corazón, además de educar y orientar en hábitos de vida cardiosaludables, aspecto psicosociales y familiares. Es decir, que quienes hayan sufrido algún problema cardiovascular hagan vida normal tan pronto como sea posible, aunque en ocasiones se deban adaptar a las limitaciones impuestas por la lesión.
Tal y como explica la doctora Ana Alegría, este programa tiene como objetivo iniciar la recuperación de los pacientes tras un problema cardiológico a través de cuatro áreas fundamentales de actuación, el entrenamiento físico, el control de los factores de riesgo, el apoyo psicológico y la reincorporación social y laboral tempranas.
Las unidades de rehabilitación cardiaca se iniciaron en los años sesenta para atender a pacientes que habían sufrido un infarto agudo de miocardio. Posteriormente, el servicio se extendió a otras patologías cardiacas, como las enfermedades valvulares, cardiopatías congénitas o insuficiencia cardiaca. “Hoy en día, incluso pueden beneficiarse de la rehabilitación cardiaca aquéllos pacientes de alto riesgo cardiovascular, para prevenir que desarrollen enfermedad en el futuro. Los estudios han demostrado que la movilización precoz mejora la capacidad del corazón”, reconoce la doctora Alegría. Por lo tanto, a todo paciente con estas características se le debería de ofrecer la posibilidad de iniciar un programa de rehabilitación, ya que ha demostrado que mejora el pronóstico de su enfermedad y reduce la incidencia de complicaciones.
Los expertos diseñan un programa específico para cada persona. “El primer paso es saber cómo ha quedado el corazón después de la lesión. Para ello, el paciente realiza una primera consulta con el cardiólogo especialista en rehabilitación, donde se realiza un ecocardiograma, un electrocardiograma y una prueba de esfuerzo con consumo de oxígeno. Con estas herramientas se diseña un programa de ejercicio específico para cada persona, según su nivel de salud, de entrenamiento y sus necesidades. El programa realizado en el gimnasio debe ser un comienzo en la práctica de ejercicio, pero lo importante es que el paciente traslade lo aprendido a su día a día y continúe realizando ejercicio físico a lo largo de toda su vida”, asevera la doctora Ana alegría.
Según esta especialista, los estudios han corroborado los beneficios del entrenamiento en pacientes con cardiopatías. El ejercicio tiene una incidencia esencial sobre los factores de riesgo: disminuye el colesterol y los triglicéridos y, en función del consumo energético, aumenta la fracción HDL (o colesterol “bueno”). Este programa de rehabilitación facilita el abandono del tabaquismo, facilita el control de peso y la tensión arterial.
También introduce cambios favorables –continua Ana Alegría -, en la función plaquetar y en la actividad fibrinolítica (desintegración de los coágulos) , ayuda al crecimiento de capilares en el miocardio, a dilatar la red de colaterales y aumenta el diámetro de las arterias coronarias epicárdicas. El entrenamiento, además mejora la contractilidad miocárdica y aumenta el volumen sistólico. Se ha comprobado que el ejercicio físico consigue disminuir la ansiedad y prevenir la depresión, trastornos frecuentes en personas con enfermedades coronarias.
El programa está abierto a cualquier paciente, independientemente de cuál sea su centro. Los médicos los dirigen a esta unidad, la doctora Alegría supervisa los ejercicios y, a continuación, son remitidos a su cardiólogo.
La nueva unidad del Ruber Internacional Paseo de La Habana ofrece un servicio personalizado y para ello dispone de un equipo multidisciplinar formado por fisioterapeutas, nutricionistas y psicólogos, entre otras especialidades. “No solo es el ejercicio, hay que cambiar también hábitos de vida y alimenticios”, insiste la cardióloga. Para pacientes fumadores, por ejemplo, se realiza una terapia de deshabituación tabáquica específica para cada paciente, con el objetivo de erradicar el tabaquismo. Para concienciar de la importancia de cambiar hábitos y mejorar la calidad de vida, el centro ofrece de forma periódica una charla informativa a la que invita a los pacientes y a sus familiares. La doctora Ana Alegría subraya la importancia del apoyo familiar, que son “quienes están cerca de los pacientes y deben ayudarles en la tarea de cambiar hábitos para mejorar la salud de su corazón”.