El pulgar es el dedo más importante de nuestra mano. Nos permite agarrar con la fuerza y precisión necesaria cualquier tipo de objeto, desde un vaso hasta una llave inglesa. Su pérdida puede afectar gravemente nuestro día a día y hacer que el simple hecho de calzarse sea un problema. Este ha sido el caso de Alfonso, un mecánico naval que perdió el pulgar de su mano izquierda mientras reparaba la maquinaria de un atunero en medio del atlántico, entre Angola y Brasil. Su accidente trajo consigo la imposibilidad de recuperar su trabajo y llevar una vida normal. Ha tardado un año en encontrar a alguien que quisiera hacerse cargo de su reconstrucción. Hasta que el prestigioso y reconocido cirujano a nivel mundial por sus intervenciones de mano, muñeca y microcirugía, Francisco Piñal, le ofreció reemplazar el pulgar amputado por el de su pie.
Alfonso apenas conserva recuerdos de lo que sucedió ese día: “Estábamos haciendo un cambio de una pieza del motor del buque. Habíamos hecho la reparación, fui a supervisar por si había quedado algo anómalo en la reparación. Subí una escalera y lo siguiente que recuerdo es despertarme en el colchón de una cama con la mano vendada y una sensación rara en la cabeza. No sentía dolor ni indicios de la gravedad del accidente”.
A su llegada a España le retiraron el vendaje para ver cuáles habían sido las consecuencias reales de su accidente. “Tenía el hueso del pulgar de mi mano izquierda al aire. Así como un corte transversal a la altura de la oreja y uno longitudinal de la oreja hasta la boca”. No fue nada fácil enfrentarse al estado en el que había quedado su mano. “Me derrumbé. Sin embargo, al ver a mi mujer y a mi hijo tan derrotados saqué fuerzas de flaqueza y les dije: “Esto no es nada, se va a poner bien, tenemos que tirar para adelante”. Y eso hizo. Los médicos trataron de arreglar la parálisis facial que sufría y recuperar así los movimientos del lado izquierdo de la cara. “Aún hoy no puedo abrir la boca para enseñar los dientes y tengo que cuidar el lagrimeo del ojo”. Sin embargo, recuperar la funcionalidad de su mano era un problema de difícil solución para los médicos. No era factible implantar otro dedo para sustituir el pulgar perdido. Entretanto, sobrellevar el día a día era cada vez más difícil. “Te vas adaptando, pero nunca con fuerza ni con la destreza que toca. Para atar una zapatilla necesitaba de varios intentos. Todo es más complicado sin el pulgar”.
Afortunadamente, un compañero de trabajo le recomendó que acudiese a la clínica del doctor Francisco Piñal. Un cirujano especializado en la cirugía de mano que ha realizado ya más de 500 intervenciones donde trasplanta dedos del pie a la mano. Arreglar su mano no sería fácil. “Todo – explica el doctor Francisco Piñal – estaba al revés. Le habían hecho previamente una serie de cosas que a mí me perjudicaban seriamente la reconstrucción. No solo había perdido el dedo gordo, sino que también le faltaba un trozo de mano”. Aún con todo, era posible. Alfonso aceptó la propuesta del cirujano de implantarle el pulgar del pie a su mano. “No quedaba otra, era la única opción”.
Para un cirujano ninguna mano es igual a otra. “Lo más fácil de arreglar son los tendones y los nervios”, asevera el doctor Francisco Piñal. Según este especialista, “lo más difícil es conectar las venas y las arterias. Estamos hablando de tuberías de un milímetro de diámetro”. En una operación de este tipo no solo importa recuperar la funcionalidad, sino también lograr una buena estética. “No es un objetivo secundario ni superfluo. Tienes que conseguir una mano que el paciente encuentre como normal, útil y sobre todo que sea aceptable para los demás”.
La operación de Alfonso, realizada en el Hospital La Luz de Madrid, se prolongó durante 12 horas y fue todo un éxito. En menos de un año desde la cirugía que el doctor Piñal le realizó, ya estaba incorporado a su puesto de capitán de máquinas en el atunero. A nivel de trasplantes, ya no hay límites para los cirujanos. “Técnicamente podemos conectar lo que queramos, lo que aún queda por mejorar es que cuando nos falta algo tengo que quitarlo de otro sitio del paciente. Para así no recurrir a un donante y evitar la toma de medicación antirrechazo, que hoy en día no es inocua”, concluye Francisco Piñal.
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