Autocontrol, el organismo independiente encargado de velar porque los anunciantes cumplan los códigos de conducta publicitarios, ha emitido esta semana un dictamen en el que, por primera vez en España, se advierte a una instagrammer de que sus publicaciones vulneran la normativa por no informar a sus seguidores de que se trata de publicidad.
Una encuesta elaborada por la agencia de marketing de influencers SamyRoad revela que el 64% de los influencers sí identifican correctamente sus posts como publicidad cuando se trata de publicaciones patrocinadas por marcas. Esto indica que el resto, un 36%, no lo hace, vulnerando el artículo 13 del Código de Conducta de Autocontrol que indica que “las comunicaciones comerciales serán identificables como tales sea cual sea su forma, formato, o el medio utilizado… y esta debe ser fácilmente reconocible como una publicidad y, cuando sea necesario, etiquetada como tal”.
SamyRoad ha preguntado a los encuestados si creen que el hecho de no identificar sus publicaciones como publicidad mediante hashtags puede molestarle a sus seguidores y la respuesta mayoritaria ha sido que ‘no’ en un 61% de los casos. El resto, el 39% de los influencers, asegura que sí, que son conscientes de que pueden disgustar a sus followers.
Muchos influencers en España usan hashtags similares a los de Reino Unido (#ad, #sponsored…) para indicar que las publicaciones son comerciales. Este grupo de influencers suele coincidir con la parte más profesionalizada del marketing de influencers porque las marcas, sobre todos las internacionales, lo imponen en sus contratos al tenerlo establecido como normativa interna. Las agencias de marketing de influencer como SamyRoad, que trabajan con influencers y con marcas como clientes, siempre aconsejamos que se identifique correctamente la publicación como publicidad, pero hay un grueso de influencers que va por libre y a los que será muy complicado convencer para que abracen la norma.
El sector está satisfecho con la norma porque debe estar regulado, pero por el momento, lo que deja espacio para la interpretación, aunque se confía en que esta situación cambie. La regulación a largo plazo favorece a la industria, evitando así que se pierda la credibilidad y se genere desconfianza.
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