A estas alturas, pocas presentaciones necesita Fernando Sánchez Dragó. Con 83 años a sus espaldas, el comunicador ha aprovechado su salida forzosa de El Mundo para crear un nuevo medio, La Retaguardia; incorporarse a El Español; y, lo que es más sorprendente, abrirse una cuenta en Twitter con inusitado éxito. A continuación, sus reflexiones sobre el periodismo en tiempos del coronavirus, la muerte y los supuestos tejemanejes que se traen entre manos Gobierno y medios de comunicación. Puro Dragó.
¿Con qué pretensiones nace La Retaguardia?
Nace de mi carácter. Me expulsaron de El Mundo después de décadas y décadas de colaborar en él y, por primera vez en mi vida, me quedé sin una plataforma en la prensa escrita en la cual escribir y opinar. Entonces, apliqué mi vieja estrategia de las artes marciales orientales, aproveché el impulso del enemigo e hice dos cosas: meterme en Twitter con un éxito apabullante porque, a los cinco días, ya me había convertido algo similar a eso que llaman influencer y crear una plataforma. Entre dos personas, aislados el uno del otro y recurriendo únicamente a mi torpe destreza informática, pusimos en pie la revista, que tiene un diseño elegante y pretende recuperar el viejo periodismo ateniéndose a sus mandatos: escrupulosa libertad y escrupulosa independencia.
La respuesta ha sido espectacular. En sus primeros cuatro días, la revista ha tenido casi 40.000 lectores. Al principio, bromeaba diciendo ‘con esta iniciativa igual reunimos 20 lectores pero vete tú a saber, como los tiempos están locos, lo mismo acabamos convertidos en The New York Times‘. Tanto como The New York Times no creo que suceda nunca pero bueno, a lo mejor acabamos siendo como The New Yorker, ya veremos.
¿Piensa ir aumentando el número de colaboradores?
Sí. Es paradójico que, encerrado en mi casita y con 83 años, esté trabajando más que nunca. Estoy 14 horas al pie del cañón, esto de llevar un semanario en el cual hay ya bastantes secciones da un trabajo tremendo Hay mucha gente que nos está enviando correos, están surgiendo muchos colaboradores espontáneamente y hay personas muy valiosas que se están ofreciendo. Evidentemente, necesitaremos crear una redacción pero, de momento, aquí no cobra nadie, así que tampoco van a cobrar los colaboradores.
¿Ha pensado en rentabilizar económicamente La Retaguardia?
Mis ingresos económicos, como casi los de todo el mundo, se han venido abajo por completo: en estos momentos, consigo salvar algo que no llega ni a 1.000 euros al mes antes de impuestos. Yo no sé muy bien como funciona esto de internet y de las redes sociales, no sé si cuando consigamos superar un determinado número de seguidores tanto en Twitter como en La Retaguardia habrá alguna posibilidad de encontrar un patrocinador. Yo confío en que sí porque, en gran medida, nuestra supervivencia depende de que podamos pagar algo, por poco que sea. De momento, vamos a aprovechar el hecho de estar encerrados en casa y sin otros trabajos, vamos a trabajar absolutamente todo el mundo de modo gratuito y si en el futuro, de forma honorable y moderada, se consiguen algunos ingresos, bienvenidos sean.
¿Cuál cree que fue el motivo que provocó su salida de El Mundo?
Hace unas semanas, yo me limité a recibir una seca llamada telefónica de Paco Rosell donde me comunicaba, de modo muy escueto, que prescindían de mis dos colaboraciones. Me quedé perplejo pero encajé el golpe, pensé que era absurdo porque ‘El lobo feroz’ era una de las columnas más leídas de El Mundo desde hacía mucho tiempo por lo que, puestos a cortar cabezas, no parecía que la mía debiera ser una de las primeras en caer.
Dos o tres días después, me puse en contacto con otros responsables de El Mundo y me dijeron que había sido una decisión puramente presupuestaria, que los italianos (en referencia a RCS MediaGroup, empresa que controla el 96% de Unidad Editorial) estaban apretando las tuercas y que les exigían, entre otras cosas, prescindir de colaboradores. Cayeron también Carmen Rigalt y Javier Villán, han caído también todos los miembros del Consejo Editorial, que llevaban allí desde que Pedro J. fundó el periódico… Esta es la explicación oficial.
Yo no soy conspiranoico ni quiero serlo pero muchísima gente me ha dicho que detrás de esto lo que hay es que casi todos los medios de información andan en apuros económicos y están pidiendo subvenciones al Gobierno a cambio de acallar las voces incómodas. Yo no quiero meterme en esos líos, en principio voy a creer lo que me han dicho en El Mundo y no voy a desatar ninguna guerra contra una cabecera que ha pagado mis escritos durante décadas. Lo que me importa no es el ayer, sino el hoy y el mañana.
¿Comparte la opinión de Pedro J. acerca de la deriva que ha tomado El Mundo desde que lo dirige Francisco Rosell?
No voy a opinar, la elegancia me lo impide.
¿Qué opina del papel que están teniendo los medios de comunicación en esta crisis sanitaria provocada por el coronavirus?
Lo que están haciendo los informativos de televisión es lamentable. Ahí ya no hay periodismo, parecen el obrador de una confitería: dan tarritos de miel, capas de azúcar por aquí y por allá… Son tan malos informativamente hablando y tan idénticos entre sí que, para ahorrar costes, podrían coger uno de los telediarios y sacarlo todos los días porque nadie se va a dar cuenta.
Esto lleva a suponer algo que circula por todos los canales del mundo periodístico: todas las televisiones han recibido, a cambio de subvenciones, instrucciones por parte del Gobierno para que se plieguen a dar su versión edulcorada de lo que está sucediendo. La prensa escrita está más diluida, hay mucho servilismo al poder y a los intereses de las empresas pero todavía quedan voces independientes que siguen disintiendo de la doctrina oficial.
¿Cree que es una medida censora el hecho de que el Gobierno filtre las preguntas de las ruedas de prensa?
Me parece un horror, es totalitarismo puro. Me parece que la libertad de expresión ya no existe y una rueda de prensa en la que se filtran las preguntas no es una rueda de prensa, es un coro de borregos.
Después de tantos años en el oficio, ¿cómo se siente uno al ver que no tiene hueco en la prensa escrita?
En contra de lo que mucha gente dice, no tengo ego porque el ego es lo contrario del yo y yo toda la vida he intentado ser yo, conocer mi yo profundo. Siempre he sostenido que un fracaso es una buena noticia porque te obliga a ponerte en marcha y que una puerta que se cierra son mil ventanales que se abren así que mi expulsión de El Mundo ha sido un acicate, viento en mis velas. Estoy entretenidísimo y con la moral en todo lo alto. Además, te voy a decir una cosa: un periódico de muy amplia difusión (El Español) me ha recuperado, ofreciéndome la posibilidad de escribir dos columnas al mes por ahora.
¿Ha pensado mucho en la muerte durante este confinamiento?
El tema de la muerte me ha acompañado durante toda mi vida porque yo soy hijo de un periodista que fue asesinado en Burgos a los 27 años poco después de que estallase la Guerra Civil y, desde entonces, la muerte ha acompañado mi vida. Por otra parte, en mis escritos he reflexionado continuamente sobre la muerte porque creo es el reverso necesario del anverso de la moneda de la vida y que, por consiguiente, hay que llevarla siempre en el hombro como los piratas llevaban a sus loros. Todos los días hay que dialogar un poco con la muerte. A mí me gusta mucho la imagen de los viejos santos del yermo que tenían en su mesilla de noche una calavera. Yo, en mi refugio de Castilfrío, tengo un ataúd en el cual he colocado todos esos premios, estatuillas y vanidades que me ha ido concediendo la vida.
¿Tiene miedo a morir?
No tengo miedo a morir, siempre he tenido curiosidad, lo que sí que me da miedo es morir mal. A mí me gusta la muerte natural: o con las botas puestas o mirándola cara a cara de vejez y punto. Por otra parte, no tengo ganas de morirme: acabó de fundar un periódico, tengo una novia, un hijo de siete años, gatos, me gusta comer sushi… No me apetece nada la idea de morirme.
Seguiremos Informando…