Fran Rosillo,
Director de Crisis y Risk Management de MAS Consulting
En apenas tres semanas de gestión de la crisis del CODVID19 en España, las diferentes administraciones públicas se han visto sometidas en una intensa toma de decisiones en la gestión de una crisis mastodóntica en cuanto a su alcance y exigencia. Se han sucedido, como es lógico, aciertos y, lógicamente, algún que otro error. Debemos reconocer la dimensión real de la emergencia, que, siendo justos en su diagnóstico, España no había enfrentado desde tiempos muy pretéritos, que podrían remontarse perfectamente a la propia guerra civil o etapa de postguerra. Todas las crisis nos ofrecen una oportunidad de mejora, podemos analizar los aciertos y errores, y extrapolarlos en beneficio de una gestión futura, blindando el operativo técnico, legislativo y de comunicación para maximizar la efectividad y minimizar el daño.
No se me ocurre mejor beneficiario en este análisis de mejora que nuestros hermanos de los países latinoamericanos, no solo por una razón cultural que estrecha nuestra convivencia y costumbres, sino porque, tal y como están indicando los organismos científicos internacionales (la Organización Mundial de la Salud y la Organización Médica Colegial, entre otras muchas) son, con total seguridad, la próxima región damnificada en esta batalla en la que el CODVID19 está poniendo a prueba la respuesta de nuestras sociedades.
La primera gran enseñanza que podemos sacar de esta crisis en España es la necesidad de su reconocimiento y dimensionamiento temprano. Cada día que pasa sin reconocer el problema, tomar medidas severas de aislamiento obligatorio y declarar el estado de emergencia nacional, puede suponer una semana más de confinamiento para los ciudadanos, algo que en las culturas latinas supone un esfuerzo extra, dado nuestro carácter social de ocupación de espacios públicos. Ni que decir tiene que la mayor de las desgracias es siempre el incremento exponencial del número afectados y fallecidos, y una prorroga en la espera por llegar al “pico de la curva” a partir del cual las cifras de damnificados comiencen a descender. Una sucesión de números aterradores que castiga con fuerza la psicología colectiva.
Son varios los países que han tomado serias medidas en la etapa más temprana de la curva de infecciones. Países como Ecuador con algo más de 1.800 caso y 40 fallecidos, Argentina con una veintena de fallecidos y 820 infectados, Venezuela con algo más de 100 casos y tan solo 2 muertos o Colombia con 620 infectados y tan solo 6 muertes, son ejemplo de previsión, cerrando sus fronteras desde hace ya más de una semana, alertando a su población de la necesidad de confinarse e incluso en algunos casos, mediando declaración de alerta nacional o no, cerrando los espacios aéreos.
El ejemplo más destacable en la toma de medidas severas en la fase temprana de contagio lo encontramos en Bolivia (74 casos y 0 fallecidos). Tras tres días de cuarentena con múltiples incidentes de incumplimiento, el gobierno de Bolivia decidió el 25 de marzo declarar “estado de emergencia sanitaria” y endurecer todavía más sus medidas para tratar de frenar los contagios de coronavirus, Jeanine Áñez, presidenta transitoria, declaró que “Lamentablemente hay gente que se niega a cumplir la cuarentena y eso es muy grave, ha subido el riesgo de contagio”.
La medida tiene vigencia desde el 26 de marzo y hasta el 15 de abril, se deja sin fecha las elecciones presidenciales. Desde la semana pasada el país ya había cerrado sus fronteras y suspendido los vuelos internacionales, incluso negándole la entrada a nacionales, como ocurre con 100 bolivianos varados en la frontera con Chile. “La posición del gobierno es que nadie entra y nadie sale. “Tenemos que cuidar a once millones de personas. Los bolivianos que están en el exterior deben saber que tienen que quedarse allí. No va a haber vuelos solidarios”, dijo tajantemente a la cadena de televisión PAT, el ministro de la Defensa, Luis Fernando López.
Si la población se une y se aísla en casa, es posible que estamos ante el caso más destacable de vigilancia temprana de la crisis y por tanto que Bolivia goce de ser una de las naciones con menos afección en esta emergencia. Pero ¿pueden las sociedades latinoamericanas mantener el confinamiento a costa de una economía ya de por si frágil?
El politólogo brasileño Miguel Lago explicó a The New york Times por qué América Latina podría convertirse en la principal víctima del Covid-19. Los sistemas de salud de la región no solo se enfrentarán al Covid-19, además tienen riesgos añadidos y problemas ya perennes en sus sociedades. Zica y Dengue son ya epidemias establecidas en algunas sociedades centro y sur americanas que aumentan tensión a las capacidades y suministros sanitarios, en sistemas de salud ya de por si precarios en muchos países al sur de Tijuana. El crimen estructural podría aprovechar la situación de confinamiento de la sociedad con cientos de miles de negocios abandonados a su suerte y la falta de vigilancia policial, dedicada a otros menesteres propios de esta emergencia sanitaria.
Por otro lado, no debemos de separar la mirada del porcentaje de obediencia civil que se presupone ante el llamamiento de las autoridades al confinamiento. Muchos latinoamericanos regentan negocios pequeños, son tenderos, tienen puestos callejeros de comida, son aparcacoches, etc. Va a costar mucho a las autoridades convencer a esta población de que su economía domestica pasa a un segundo plano y es prioritario pensar en la salud de la comunidad. Las fuerzas del orden se pueden ver saturadas, con sanciones al ciudadano y arrestos por desobediencia que se contaran por miles cada día.
Si los ciudadanos de los países latinoamericanos no se mentalizan de que esta pandemia tiene un crecimiento exponencial, que, pese a que ahora las cifras no son alarmantes, de no confinarse, lo serán, y que la conciencia colectiva es el fundamento a la contención de la infección, Latinoamérica estará probablemente afrontando la crisis más devastadora de las últimas décadas.
Según los propios expertos en epidemiología destacan en España la infección masiva se concentró precisamente en unos pocos días, entre el 28 de febrero y el 10 de marzo, días en los que la conciencia social no acababa de aceptar una realidad que contaba con los ejemplos palmarios de China e Italia. Unas semanas en las que los gobiernos y las autoridades optaron por contener el pánico con mensajes de tranquilidad, en lugar de contener la epidemia, y provisionar medidas y suministros. En Latinoamérica actitudes como las de Obrador (México) o Bolsonaro (Brasil) no ayudan a generar concienciación, aspecto tan necesario para contar con la colaboración de sus poblaciones, especialmente las más desfavorecidas.
Y en esta coyuntura tan desfavorable, ¿qué respaldo pueden ofrecer los estados a sus sociedades para que aguanten la embestida? En Europa, afortunadamente, contamos con una mayor solvencia económica, fondos estructurales de la Unión Europea, un Fondo de Solidaridad, dotado con 800 millones para afrontar desastres naturales, un artículo 122 del Tratado de Lisboa que ofrece a la UE la posibilidad de amortiguar la dolorosa factura mediante la activación de líneas de crédito sin intereses para los Estados miembros. Sin embargo, para los países Latinoamericanos el principal acreedor es precisamente la UE y los EE. UU., quienes pensarán antes en su recuperación que en enmendar las dificultades ajenas.
Y como dice el dicho popular, cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar. Estados Unidos es hoy una realidad desoladora de cómo en unos pocos días el pánico y las cifras se disparan en esta crisis, que no entiende de sistema político, social o económico. Los países de Latino America deberían estar ya trabajando en un escenario a 2 o 3 semanas, emitiendo mensajes de concienciación social, anticipando las medidas severas de confinamiento y reducción de actividades no indispensables, realizando comparativas con países de población similar para que los ciudadanos perciban la magnitud del problema, pero que a su vez lo negocien en su psicología personal y no entren en un pánico inminente, sabedores de que están viendo el peligro aún de lejos, con tiempo suficiente para preparase y ser más eficaces en su lucha.
Además, los países latinoamericanos deben trabajar en esos mismos escenarios en cuanto a la adquisición de suministros que garanticen que todo su personal sanitario y voluntarios, llegado el peor de los escenarios, contará con lo necesario para hacer frente al virus: batas, mascarillas, guantes, respiradores, geles desinfectantes, camas suplementarias, hospitales de campaña que refuercen el espacio ya existente en hospitales. Deben también ir captando talento y organizarlo, perfiles que les puedan ser útil en los centros de salud y hospitales, médicos y enfermeras en formación, universitarios, voluntarios de toda índole, psicólogos, profesionales de comunicación que canalicen la información, portavoces preparados que sepan trasladar cifras, consejos y medidas.
Latinoamérica cuenta con una gran suerte, las barbas han sido las nuestras, pongan las suyas a remojo. Ustedes tienen la gran oportunidad de mirarse en nuestro espejo con 2 o 3 semanas de ventaja. No desaprovechen esta ocasión, por una vez nuestro carácter “torero” debe quedar a un lado y dar paso a la preparación y previsión, que son las únicas armas eficaces junto al confinamiento para hacer frente a esta horrorosa pandemia.