En la Tierra a domingo, noviembre 17, 2024

Pablo Iglesias el amigo de los pobres, la única cloaca era él. ¿Lo sabrá?

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El Caso Dina está llamado a convertirse en la más adictiva serie de la temporada. Tiene todos los ingredientes de un thriller de política, poder, relaciones personales, ambición y lo que podíamos traducir en tarjetas de móvil en lugar de cintas de vídeo.

El vicepresidente del Gobierno sacó su soberbia habitual para intentar manipular a la opinión pública a través de los medios de comunicación y victimizarse de cara a lo que pretendía convertir en un contubernio hilarante entre “las cloacas del Estado” y la prensa. Y ha resultado que la cloaca era él.

Creíamos que su mentor era Lenin y descubrimos que su modelo a seguir era Luis Bárcenas y las prácticas de destrucción a martillazos de los discos duros de los ordenadores del PP. Eso sí, Pablo Iglesias, mejoró el método utilizando la potencia del microondas para acabar con la tarjeta del teléfono de su colaboradora, Dina Bousselham, que podía ponerle en peligro.

La teoría de la conspiración según la cual la prensa, las Fuerzas de Seguridad del Estado, el Villarejismo y, en especial, su archienemigo Eduardo Inda, ha resultado ser un teoría paranoica ensayada y puesta en marcha con todo tipo de prácticas oscuras para no perder la poltrona, una vez alcanzado el cielo que tanto anheló cuando vivía en un pisito de barrio obrero y animaba a realizar escraches a aquellos que residían en casas sin protección y la cuarta parte de su casa, palacio, chalet de Galapagar.

Iglesias se ha hecho tan dependiente del poder como de la vida burguesa que conlleva tener una desmesurada vigilancia en su chalet por el mero hecho de ser un vicepresidente obsesionado por sus propios fantasmas. Y no iba a venir una tarjeta de móvil a despojarle de sus prebendas.

Las últimas revelaciones de El Confidencial confirman la personalidad del “macho” alfa, que sin embargo en privado decía aquello de que azotaría a Mariló Montero hasta que sangrara; el nuevo rico que no se quiere privar de las mieles del poder y el que entendía la política como servicio público y criticaba a la Administración de Justicia. No nos pilla de sorpresa, vista su trayectoria y la de sus pupilos, que Iglesias haya querido controlar los medios de comunicación, acallar las críticas a su persona -no tanto a su formación- y hacer de su oscura estrategia, un alegato de victimismo. Pero mientras se empeñaba en su barato discurso, pactaba con fiscales para salvarse de su mentira, un hecho de enorme gravedad que demuestra el totalitarismo de un individuo que deprecia las libertades y la separación de poderes en un Estado de Derecho, que para eso su modelo es la Venezuela de Maduro.

pablo iglesias familia podemos

La pretendida utilización de los medios de comunicación que él considera al servicio de Estado, es decir, al suyo, es lo que ha hecho que el vicepresidente de Pedro Sánchez se encuentre hoy en una situación comprometida. Porque en su maquiavélico concepto de la política, Iglesias derrapó en la misma curva en que pretendía deshacerse de Inda. Y su obsesión es lo que le ha complicado la vida hasta pasar de víctima a las puertas del Supremo.

Y es que la situación en la que se encuentra la pieza Dina -premiada por sus servicios como directora de un digital al servicio de Podemos- en el caso Villarejo es un sudoku que la Justicia intenta desentrañar una vez probado que a Bousselham le sustrajeron el móvil y que el contenido de éste llegó a Pablo Iglesias de parte de directivos de Interviú. Está acreditado que el vicepresidente del Gobierno tuvo la tarjeta en su poder durante varios meses antes de entregársela a su estrecha colaboradora, que la entregó a la Policía ya destruida por Iglesias. Para demostrar que ella no la destruyó, Bousselham aportó correos electrónicos en los que pretendía demostrar que hizo todo lo posible por repararla, trasladando así todas las sospechas sobre Iglesias y su locura con el microondas. Ello provocó el cambio de declaración llegando a decir que sí que pudo ver parte del contenido.

En todo este entramado, hay una pieza fundamental que es la abogada de Iglesias y Dina, la abogada Marta Flor, que es quien diseña la estrategia de defensa y, por tanto, la responsable de que Dina diga una cosa un día y otra al siguiente, dejándola a los pies de los caballos, como por ejemplo, cuando amplió la denuncia del robo una vez había visto parte de su contenido en los medios de comunicación, pero silenciando que ella ya había recuperado la tarjeta. De ahí que el juez Manuel García-Castellón considere que Marta Flor juega a que no se esclarezca el delito relacionado con la destrucción de la tarjeta e insta a Dina a buscarse otro abogado o le pondrán uno de oficio mientras que Iglesias podría acabar en el Supremo de demostrarse que pudo destruir él mismo la tarjeta.

La abogada recibió una filtración por parte de la Fiscalía que le permitió manejar datos clave antes incluso de que la causa fuera abierta. Pero no queda ahí la cosa. Según El Confidencial, el chat del equipo jurídico de los morados revela también que los fiscales del Caso Villarejo “ofrecieron su ayuda a Podemos para que el Tribunal Supremo aplazara su pronunciamiento sobre una sentencia de total relevancia para el dirigente político relativa a una supuesta cuenta opaca de Iglesias en la isla de Granadinas”.

Iglesias quiso, una vez más, ser la víctima del sistema cuando quien controlaba el sistema era él. “Los fiscales quieren ayudarnos” dice uno de los mensajes difundidos. Y la fiscal general del Estado, Dolores Delgado, puesta por Pedro Sánchez, ex ministra de Justicia, amiga estrecha de Baltasar Garzón, y muy “dicharachera” en las conversaciones con Villarejo ¿qué dice? Porque ella de cloacas, parece que también sabe mucho.

pedro aparicio pérez

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