¿Cree que se debería saber el destino del rey Emérito?, le preguntaba María Llapart desde laSexta al portavoz del PP en el Senado, Javier Maroto, a lo que el político respondía más o menos: “manzanas traigo”.
En un regate digno de Ronaldo, Maroto hablaba y hablaba de Pablo Iglesias, del caso Dina, de la ministra de Trabajo e incluso de los escraches. La periodista, que sustituye a Antonio García Ferreras al frente de Al rojo vivo, le volvió a preguntar, pero Maroto cogió su moto hacia Galapagar donde Iglesias y Montero residen en el casoplón protegido por las Fuerzas de Seguridad de Estado a las que denigran.
No es la primera vez que los miembros del PP se escabullen de las preguntas de los periodistas sobre asuntos de actualidad. Hace unas semanas, el secretario general del PP, Teodoro García Egea respondía que le preocupa Pablo Iglesias cuando le preguntaron por el cerco judicial al senador del PP, David Erguido. Pero la guinda la puso el líder de los populares, Pablo Casado, cuando abroncó a los periodistas por no preguntar lo que debían en una comparecencia irritante, que ponía en evidencia la falta de recursos del presidente del partido para lidiar con la actualidad.
Al margen de estas y otras reacciones ridículas, lo que pone de manifiesto la mala actuación del PP es su ausencia de estrategia de comunicación.
No es que los populares no tengan razón o dejen de tenerla en los argumentos que utilizan, es que sencillamente no toman la iniciativa en nada y, por tanto, tienen que conformarse con opinar sobre la agenda que les marcan los demás.
Hace mal Pablo Casado en enfadarse con los medios. Si bien es cierto que la publicidad institucional tiene mucho que ver en el jabón de las televisiones al Gobierno, no es menos cierto que si los populares aportaran algo al debate político nacional, seguramente tendrían cabida en los espacios nacionales.
La comunicación en el PP brilla por su ausencia. De ahí que se perciba a Casado como el quejica de todo. El último lamento ha sido porque el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no le ha llamado para informarle de la salida del Emérito, un gesto reprochable desde el punto de vista institucional, pero que, ante la falta de discurso, retrata al presidente del PP como demandante constante de atención.
Más pendiente de si le ven lo suficientemente moderado ahora o lo suficientemente de derechas cuando Vox le quita del foco, Casado debería definirse y definir una estrategia de comunicación que, desde luego, no pasa por estar todos los días quejándose de todo.
Seguiremos Comunicando…