Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas. Desde luego, el segundo paso de Cayetana Álvarez de Toledo por las filas del Partido Popular puede aplicarse el dicho. Aquellos tiempos en que Álvarez de Toledo ejercía como jefa de gabinete del secretario general del PP, Ángel Acebes, se grabaron a fuego en la memoria de buena parte de los populares con mando en plaza de aquella época. Por eso nunca entendieron la querencia de Pablo Casado por la susodicha…
Hay quienes van más lejos y creen, o quieren creer, que Casado se dejó cautivar por su curriculum académico, su personalidad combativa (hasta que se le volvió en contra), una cierta terquedad y una vitola liberal que, al presidente del PP, crecido a los pechos del liberalismo de los populares madrileños y de los ‘cerebros’ de la FAES, siempre le ha hecho tilín. Otra cosa es que desde el marianismo fiel a Génova (y no desde el que se ha ido a su casa cerrando la puerta y desentendiéndose de todo el guirigay) advirtieran a Casado: “No te fíes, que te la arma”.
Porque la memoria, la historia y las hemerotecas ya contaban con suficientes datos sobre cómo se las gasta Álvarez de Toledo, incluyendo sus feroces críticas al marianismo en el Gobierno (del que, por cierto, formaba parte Casado).
Y es que Álvarez de Toledo llegó al PP, en su primer desembarco, en aquella primera era de Mariano Rajoy en que el gallego tenía tutelas y tutías, como dijo Fraga en el Congreso de 1990, por todas partes. Empezando por un secretario general (Acebes) y un portavoz parlamentario (Eduardo Zaplana) del gusto de José María Aznar y bien conectados por Pedrojota Ramírez y Federico Jiménez Losantos.
Fueron Ramírez y Losantos, además, los descubridores de la “estrella” Álvarez de Toledo, en la sección de Opinión de ‘El Mundo’ (incluyendo aquella estrafalaria sección mano a mano con Luis María Anson y en las tertulias de ‘La Mañana’ losantiana en COPE, oráculo y argumentario de aquel PP, en el que cubrieron con fuego mediático su desembarco en Génova como jefa de gabinete de Acebes. Su carrera fue, hasta 2008, meteórica en las filas populares.
Hasta que llegó el Congreso de Valencia y Rajoy se sacudió los pelos de la gatera. A pesar de todo, no le dio puerta. Todo lo contrario: la situó en las listas de 2008 y en las de 2011, con escaño, del que disfrutó hasta 2015. Se marchó criticando (“como es habitual en ella”, dicen en el PP) y bajo el amparo de la FAES de Aznar. No llegó a ministra, como predijo algún vecino de Esperanza Aguirre, y no parece que llegue a serlo tampoco con Casado si éste duerme en Moncloa. Lo mismo con Vox, donde, pese a los elogios tácticos para fastidiar al líder del PP, todo el mundo sabe que no se traga -y el sentimiento es mutuo- con Santiago Abascal. Y sus valedores mediáticos de otra época ya no son lo que eran y encima andan a la gresca entre ellos.
Ya lo dijo aquél: segundas partes nunca fueron buenas y el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
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