Los populares han reaccionado con virulencia (esta vez sí) contra el Ejecutivo y han defendido claramente (está vez, también) a la presidenta de la Comunidad de Madrid, presionada hasta la extenuación por el Gobierno de Sánchez para desgastarla y encaminar mejor su moción de censura en Madrid.
El papelón de Illa y los suyos es similar al del vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, conocido como el “equilibrista” en la bancada de la Asamblea de Madrid. La aguadilla de Aguado fue apartarse de la estrategia de Ayuso en su tensión con Sánchez, e incluso criticar la falta de consenso y las medidas de la presidenta. En un intento de blanquear su perfil de cara a una posible moción de censura que le hiciera presidente, el “equilibrista” derrapó en tono conciliador. “Si tiene que dimitir Illa, también tendría que hacerlo Aguado”, defienden en off the record en la Puerta del Sol.
A Sánchez le crecen los enanos en la semana en que su gurú Iván Redondo le había preparado todo tipo de escenografías para anunciar dónde va a gastar los fondos europeos que todavía no han llegado. Lo de siempre, vender la piel del oso antes de cazarlo.
Anulado el cierre de Madrid, a Redondo ya sólo le queda poner la alfombra roja en la Gran Vía para que Sánchez se luzca con los comerciantes, que han perdido ya millones de euros, incluso el cierre, por la decisión del Gobierno. O si no, siempre le quedará una entrevista en Rac 4, como la de Iglesias explotando el victimismo por su posible imputación. El estado de alarma se ha instalado en Moncloa, sólo que no se confinan.
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