La intolerancia a la lactosa es una dolencia que, según prevé la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD), padece uno de cada tres adultos en España. Saber con exactitud la prevalencia exacta de este trastorno es muy complicado, ya que los síntomas pueden ser confundidos con los de otras enfermedades digestivas y, además, muchas personas autogestionan su intolerancia sin acudir al médico.
La intolerancia a la lactosa comienza cuando el organismo no produce suficiente cantidad de lactasa, la enzima que descompone la lactosa en otros azúcares más simples. Los síntomas más comunes, que aparecen entre treinta minutos y dos horas después de la ingestión, son dolor e hinchazón abdominal, diarrea, flatulencias, retortijones, vómitos y náuseas. Suelen desaparecer entre tres y seis horas más tarde.
Marta Goñi, experta del Departamento Científico de Cinfa, advierte de los riesgos de realizar un autodiagnóstico: “si los síntomas están provocados por otra patología, esta debe ser diagnosticada y tratada por un especialista. Por otro lado, dejar de tomar lácteos sin supervisión médica puede provocar una carencia de calcio y algunas vitaminas, proteínas y ácidos grasos indispensables para el organismo, sobre todo en las etapas de crecimiento”.
¿Cómo afrontar la intolerancia a la lactosa?
– Evitar el autodiagnóstico y no dejar de consumir lácteos sin consultarlo con el médico.
– Conocer los alimentos que incorporan lactosa. Se puede encontrar lactosa en alimentos como salchichas, patés, margarinas, helados, salsas, algunos fiambres y embutidos, cereales enriquecidos, sopas instantáneas y comidas preparadas.
– Saber leer las etiquetas de los envasados. Deben tomarse precauciones con los que contengan azúcares y grasas de la leche, lactitol (E966), cuajo, suero lácteo o en polvo.
– Tomar lácteos sin lactosa puede hacer más llevadera la necesidad de excluir parcial o completamente los lácteos.
– Complementa tu dieta con otros alimentos ricos en calcio, vitamina D, riboflavina y proteínas. Es recomendable ingerir otras fuentes de esos nutrientes: verduras como las espinacas, la acelga o el brócoli; legumbres como judías blancas, lentejas y garbanzos; la yema de huevo; pescados como la sardina, el salmón y el lenguado; las gambas y todos los frutos secos, excepto la castaña.
– Experimenta en la cocina y acudir a restaurantes que ofrecen menús libres de lactosa.
– Consultar en la farmacia sobre complementos nutricionales de lactasa o probióticos. Su uso permite, en algunos casos, una ingesta de productos con lactosa prácticamente sin restricción.
– Prestar atención a los medicamentos, ya que un 20% de los mismos puede contener lactosa como excipiente.
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