Dirigido a pacientes oncológicos, familiares y cuidadores, con el fin de facilitarles información contrastada y científica sobre la alimentación durante un proceso oncológico, y organizada por el grupo de trabajo de Salud del Consejo Asesor del Paciente de la Fundación Jiménez Díaz, con el apoyo de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), el hospital madrileño celebró recientemente, y con gran éxito, su 2ª Jornada de Nutrición para el Paciente Oncológico.
Una cita que, pese a tener que celebrarse de forma telemática por las actuales medidas de prevención y seguridad derivadas de la pandemia generada por el Covid-19, aglutinó entorno a sus conferencias -que pudieron seguirse en tiempo real por streaming, y que ya han visualizado cerca de 430 personas- los principales temas de interés y dudas más comunes en este ámbito.
Así, Marta Crespo Yanguas nutricionista clínica del Servicio de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz, analizó -y desmontó- los principales, y “numerosos, mitos de la alimentación a los que la población está expuesta, en parte porque la llamada ‘era de la información’ viene de la mano del peligro de buscar información en Internet y encontrar resultados nada científicos ni contrastados; y también porque la ausencia de la figura del nutricionista y dietista en muchas unidades, que puede orientar de forma profesional y rigurosa, perpetúa la existencia de estas falsas creencias”.
En este escenario, y aplicado concretamente al ámbito oncológico, algunos de los mitos más extendidos son la creencia de que el azúcar alimenta el cáncer o de que existen super alimentos que lo combaten. En cuanto al primero, Crespo recordó que todas las células del organismo, sanas o enfermas, utilizan la glucosa para obtener energía, y esta no solo se obtiene del azúcar, por lo que seguir una dieta sin glucosa eliminaría todos los alimentos que la tienen, lo que generaría un desequilibrio dietético y una pérdida de peso que puede hasta desencadenar una desnutrición energética, algo especialmente importante a evitar en pacientes oncológicos. “El verdadero problema es el exceso de alimentación basada en azúcares sencillos y muy ricos en grasa porque propicia un aumento de peso y de grasa corporal, incluso a nivel visceral, incrementando así el riesgo de otras patologías”, añadió.
Con respecto a la posible existencia de los llamados “super alimentos”, la nutricionista la descartó categóricamente, apuntando que “si una comida normal puede tener más de 25.000 componentes bioactivos, es realmente difícil que haya un alimento que los aglutine”. Adicionalmente, advirtió que, en el caso de muchas de las consideradas plantas medicinales, “no sólo no existen pruebas en humanos de que sean anticancerígenas, sino que incluso pueden modificar la eficacia de los tratamientos oncológicos”.
Otras falsas creencias, como la hipótesis de que la dieta alcalina (el consumo de alimentos que alcalinicen nuestro organismo) puede ser beneficiosa o que los alimentos ecológicos son mejores para un paciente con cáncer que los convencionales, fueron también convenientemente rebatidos por Crespo.
Intervención nutricional y recomendaciones de alimentación
Por el contrario, defendió la intervención nutricional profesional en el ámbito oncológico con dos objetivos para dos poblaciones diana diferenciadas: la prevención, en toda la población, para reducir el riesgo de desarrollo de la enfermedad; y la mejora del estado nutricional, en el caso de pacientes en los que ya han desarrollado el cáncer”.
Y es que, como concretó en su segunda intervención, dirigida a ofrecer recomendaciones de alimentación para el paciente oncológico, ésta depende del tipo de cáncer, el estadio y el tipo de tratamiento de cada paciente. “Las recomendaciones por lo tanto deben ser muy individualizadas”, aseveró.
“Nutricionalmente -continuó-, si estamos ante un paciente estable, hay que buscar la calidad de la dieta, basándola en alimentos de origen vegetal, limitando el consumo de carne roja, comidas rápidas y preparadas o que tengan una densidad energética muy alta, y evitando las bebidas azucaradas, sal, alcohol, tabaco”
En sus propias palabras, se trata de obtener los nutrientes necesarios para el mantener un buen funcionamiento del organismo y un buen estado nutricional, asegurando el aporte proteico, manteniendo un peso adecuado (evitando tanto la desnutrición como el sobrepeso), y una buena hidratación. Ello ayudará en objetivos tan importantes como tolerar mejor el tratamiento oncológico y los efectos secundarios asociados, combatir mejor posibles infecciones y mantener la mejor calidad de vida del paciente a lo largo del todo el proceso.
Ejercicio y cáncer, el binomio perfecto
Un reto en el que es igualmente estratégico prevenir el sedentarismo con la realización moderada y controlada, pero habitual, de ejercicio físico, como abordó por su parte Lucía Gil, especialista en Ejercicio físico y oncológico y miembro de la Unidad de Ejercicio Físico de la AECC, ofreciendo consejos específicos sobre el tipo y cantidad de ejercicio más recomendables, tanto cardiovascular como de fuerza, así como de sus características preventivas para determinados tipos de cáncer
Por último, Gil habló del ejercicio físico oncológico, “que persigue reducir los efectos segundarios de los tratamientos oncológicos, como la pérdida de masa muscular, y mejorar la calidad de vida del paciente” y que es importante que “esté basado en evidencia científica y sea supervisado y planificado por un especialista, individualizado y adaptado a las necesidades del paciente.