El alcalde se comía los marrones a dos carrillos, mientras algunos en Génova se frotaban las manos, conscientes del caramelo envenenado que le habían preparado. Ni rastro del todopoderoso secretario general, Teodoro García Egea, el “verdugo”, como le llaman en el PP, por su afición a cortar todas aquellas cabezas que no coinciden con sus deseos; ni rastro del secretario de Comunicación, Pablo Montesinos, escondido en su escaño del que sólo sale las pocas veces que le llama su “mentor” en La Sexta, Antonio García Ferreras.
Almeida sobresalió tanto durante la primera ola de la pandemia, que Casado y Teo (tanto monta, monta tanto), le “premiaron” con un puesto que no existía en la estructura del PP, el de portavoz del partido. Quieres lucimiento, pues toma dos tazas, pensarían en la sede de los populares. Y es que el alcalde de Madrid estaba ocupando demasiado espacio, atesorando demasiado poder, labrándose una imagen que trascendía la del propio Casado, y la del partido. La alcaldía de Madrid bien llevada es más importante que cualquier ministerio. Y, es una verdadera lanzadera y un toro de pruebas para dar el gran salto.
Saben los que le conocen que tras ese casticismo simpático se esconde una desorbitada ambición política y que no tiene escrúpulos para alcanzarla. El lobo con piel de cordero moderado, un clásico en política, que ya ejerció con esmero su antecesor Alberto Ruiz Gallardón, o el querido y recordado Viejo Profesor. “Almeida no quiere quedarse en Cibeles. Le ha cogido el gusto a la política y, sobre todo, al poder y está muy seguro de saber ejercerlo sin que se note”, afirman algunos diputados de la Asamblea de Madrid, de dientes afilados. “En Génova aún lo conocen. Le quisieron poner un corta fuegos, pero no es gilipollas, lo vio enseguida y se está zafando de la mejor manera que sabe hacerlo: sin que se note”, añaden algunos de sus compañeros de partido que valoran su gestión.
El alcalde ha dado instrucciones a su equipo, para evitar su exposición en conflictos de carácter nacional que no le beneficien. Y lo cierto es que, en las últimas semanas, su actividad como portavoz del PP ha disminuido en favor de su papel como alcalde.
Una vez que los resultados de la pandemia en Madrid han dado la razón a Ayuso, Almeida aprovecha el tirón de la presidenta para hacerse presente y compartir el éxito. “Puro almeidismo”, subrayan algunos sectores del PP, que no ven con buenos ojos el exceso de protagonismo del edil, al que atribuyen mucho más de estrategia por escalar posiciones que de espontaneidad. “Almeida quiere estar ahí, por si pasa algo. Quiere ser un Feijoo, un recambio real”, aventuran las mismas fuentes, que con resignación auguran larga vida al gobierno de Pedro Sánchez, si Almeida no lo remedia.
La oposición ya se lo ha afeado en los plenos municipales. “¿Habla usted como alcalde de Madrid o como portavoz del PP?”, suelen lanzarle tras sus intervenciones, una posición incómoda, a la que Almeida ha decidido ponerle solución desdibujando su perfil como cargo del PP. Ahora habla de la Pantoja, si es que toca…
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