Por Diego Dillenberger
Es una guerra que pasa inadvertida para el público masivo, pero los profesionales de PR de todo el mundo están atentos: de esta guerra dependerá de quién domina la opinión y la información, que es casi como decir quién domina al mundo: los medios tradicionales o las plataformas y redes sociales.
La pregunta surge desde que Google empezó a anunciar en diversos países -y la Argentina, tan postergada, estuvo en la primera línea de esa batalla- el lanzamiento de su nuevo producto informativo: el Google News Showcase.
No fue un anuncio “así nomás”. Google pagará muy generosamente por notas, que los medios elegidos reacondicionarán, especialmente para la aplicación con un esfuerzo que, no les significará grandes inversiones ni recursos. De paso obtendrán, además de dólares, buena visibilidad entre los usuarios de Android.
No es necesariamente la “salvación” de los medios gráficos, pero sin duda una ayuda importante en un momento de grave crisis de la industria. Los montos varían desde unos 50 mil dólares, para un diario provincial en Argentina, a un par de millones para un diario importante en Alemania. Google metió en la bolsa a unos 30 diarios argentinos, entre ellos: Clarín, La Nación, Perfil, La Gaceta, Infobae, Ámbito, El Economista, El Liberal, El Litoral, El Popular, El Territorio, Grupo América, Grupo Crónica, Grupo Indalo, Grupo Octubre (Página 12), El Cronista, Río Negro, El Día de La Plata, El Diario de La Pampa y El Eco.
En total para ese programa Google destina mil millones en los próximos tres años a nivel mundial. Suena a mucho, pero es un “vuelto” en comparación con los reclamos de los editores por derecho de autor, por las búsquedas vinculadas a su información. No hay una cifra concreta, pero se especula que si Google pagara mundialmente el equivalente a lo que reclama la News Media Alliance, que representa a los diarios tradicionales de Estados Unidos, el número podría llegar a los 50 mil millones por año, lo que podría llegar a un tercio de sus ingresos por publicidad. Cabe recordar que hoy Google solito se lleva más de la mitad de toda la publicidad digital a nivel mundial, y que ésta ya es la mayor parte de los presupuestos totales.
Por eso es comprensible que la “big G” se preocupara ante el avance de la ley europea de derecho de autor y descubriera esta solución casi inspirada en cómo los antiguos atenienses frenaron el avance de los persas en las Termópilas: agarrándolos de a uno en un estrecho desfiladero, cuando eran muchísimos más.
Sin embargo, la “guerra” no está totalmente concluida y el resultado de esta batalla puede aún ser opuesto al de las Termópilas: terminaron ganando los persas, pero los atenienses los distrajeron suficiente tiempo como para que los aliados espartanos se prepararan para nuevas batallas. El rey persa Xerxes, al final, no logró dominar Grecia.
Para no marear: aquí Google serían los atenienses. El resultado al final sería Silicon Valley 1, medios 0.
Pero como la de las Termópilas, para saber quién ganó habrá que esperar o dejarlo liberado a la interpretación subjetiva: Google obtuvo su titular: “Ahora Google paga a los medios por usar su contenido en los propios términos y condiciones del buscador” o “Los medios lograron que por primera vez una plataforma pague por el uso de contenido periodístico”.
Por lo pronto las asociaciones de medios, con la argentina Adepa a la cabeza en América latina, aseguran que el reclamo de derecho de autor continúa. Basta mirar a la virulencia que tiene esta guerra en Australia, donde ya hay una ley que las obliga a cerrar con todos los medios y sin excepciones. Los canguros le reclaman a “Big G” unos 600 millones por año, y los de Silicon Valley amenazaron directamente con cerrar toda operación australiana.
Los franceses firmaron la paz, pero las asociaciones de editores de Alemania y España pusieron el grito de guerra en el cielo y los llamaron “traidores”.
Después de todo, el truco winner de los persas fue “coimear” a un campesino griego para que les mostrara el camino por las montañas para caerles a los griegos por las espaldas.
Es que Google firma acuerdos exigiéndoles a los editores un “satatment” que diga que están conformes y se sienten bien recompensados con el Showcase. ¿Servirá esa declaración ante los tribunales?
Las asociaciones de medios, como Adepa, afirman que no bajaron sus banderas de reclamo de derechos.
Habrá que ver qué viene después de las Termópilas. Hay una demanda por monopolio en Estados Unidos, que no sólo tiene que ver con cómo Google y Facebook se quedan con toda la publicidad: Internet (o sea el mundo) está construido, dirigido y dominado por Google. Es como que Google fabrica y vende el auto, construye la autopista, fabrica y coloca el semáforo y escribe la ley de tránsito. Luego, cuando a los medios les llegan las multas por pasar el rojo, Google avisa: “es que hace unos días decidí que debes parar con luz verde y seguir en rojo”. Y así, con el profundo misterio de su algoritmo, los medios viven o mueren, venden publicidad o quiebran.
Twitter censurando a Donald Trump en sus últimos y patéticos días en la Casa Blanca, no fue sólo una metáfora de quién manda hoy.
La batalla de las Teromópilas: ¿sirvió de inspiración a los estrategos de Google?