El 18 de febrero es el Día Internacional del Síndrome de Asperger, un trastorno del neurodesarrollo reconocido por la comunidad científica desde 1994. Hoy en día, forma parte de los conocidos como Trastornos del Espectro del Autismo (TEA).
El Síndrome de Asperger es un trastorno muy frecuente, 1 de cada 100 niños lo presenta desde el nacimiento, siendo mayor la incidencia en varones. Se caracteriza por una alteración cualitativa de la interacción social, de los patrones de comportamientos, intereses y actividades. No obstante, a diferencia del Autismo, no existe relación entre el Asperger y un retraso clínicamente significativo del lenguaje o intelecto. La capacidad intelectual de un niño con este trastorno puede ser superior a la media, lo que complica el diagnóstico temprano de la alteración.
¿Cómo detectar si un niño sufre el Síndrome de Asperger?
Para un buen diagnóstico debemos conocer cuáles son los principales síntomas. Por ejemplo, las dificultades en la relación con iguales, la tendencia a la literalidad (no comprensión de bromas, ironías y dobles sentidos), la predisposición a jugar solo o realizar actividades “repetitivas” y no mirar a los ojos o hacerlo de forma puntual.
También es frecuente observar ciertas aptitudes que pueden llamar la atención, como conocimientos muy profundos o detallados de ciertos temas complejos, un vocabulario más elaborado que el propio de su edad o aprender rápidamente grandes contenidos de información (matrículas de coches, nombres de calles o números de teléfono).
Por otra parte, existen comportamientos relacionados con la inflexibilidad, la poca adaptabilidad a los imprevistos o cambios de rutina y el reconocimiento y expresión de emociones y empatía. Cada niño que presenta el Síndrome de Asperger es distinto y tiene unas capacidades y dificultades específicas.
Tatiana Luis López, facilitadora certificada de Disciplina Positiva y madre de un hijo con TEA, explica que “educar a un niño con necesidades especiales es un reto. Muchas veces los padres caemos en consentir, sobreproteger e incluso, subestimar sus capacidades. Nuestros peques son distintos, no sólo porque tengan autismo, sino porque cada ser humano es diferente. Reconocer esa realidad es el primer paso para avanzar hacia una crianza consciente. Aunque tengan necesidades distintas en cuanto a su condición, sí que comparten algo con todas las personas: tienen necesidad de pertenecer y sentirse útiles. Es aquí donde la disciplina positiva entra en acción”.
Seguiremos informando…