La sombra de los dos estrategas de la política española avanza en la precampaña de las autonómicas madrileñas. Los efectos de la moción en Murcia han dejado KO a Ciudadanos, provocado un adelanto electoral en Madrid y generado la huida de Pablo Iglesias del Gobierno. El tsunami provocado por los gurús de Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso reserva momentos estelares en las próximas semanas. Y es que nunca unas elecciones autonómicas habían generado tanto interés. Dos hiperliderazgos detrás de sus jefes, que diseñan, implementan y controlan toda la estrategia, con la COMUNICACIÓN como prioridad.
La audacia de ambos anticipa una campaña vibrante, con escenarios impensables y cambios de guion y con un adversario común: Pablo Iglesias. Mientras Redondo pretende emular el efecto Illa en Cataluña, paseando a Sánchez por todos los mítines madrileños, Rodríguez no piensa hacer lo mismo con Pablo Casado. El hombre a batir es común, pero ambos tienen intereses distintos. El primero tiene en Madrid un duro hueso que roer. Ayuso se ha desvelado como la principal oposición a Sánchez y el gurú del presidente sabe que los mensajes en la Comunidad de Madrid no pasan por el extremismo que exhibe Iglesias.
Distinguirse de Podemos marcando agenda propia en las políticas sociales, es el principal objetivo. Para ello, Redondo quiere convertir a Gabilondo en el Tierno Galván actual. Moderación socialista frente a la polarización que marcarán Iglesias y Ayuso. Un soso intelectual alejado de la radicalidad de sus adversarios.
Rodríguez intentará subrayar el perfil de lideresa nacional de Ayuso. La única del PP sin complejos, la que defiende los principios, la que fija la agenda del PP, la que le canta las cuarenta a Sánchez y la que no pone contra las cuerdas a Vox. No confrontar con los de Abascal, si no hacer suyos algunos mensajes, dejaría a Vox difuminado en el escenario y facilitaría un Gobierno de coalición, entienden en la primera planta de Génova.
Los de Ayuso descuentan el mensaje de que PP y Vox son lo mismo, que repetirán desde la izquierda. Es más, reconocen que trabajan sobre ese escenario, lo que pone en una situación complicada a la dirección nacional del PP, cada vez más recelosa de MAR.
Casado sabe que esta cita electoral no le trae nada bueno. Si Ayuso obtiene buenos resultados, su figura queda desdibujada, sobre todo, tras los dramáticos resultados en Cataluña. Si los madrileños otorgan a su pupila el título de lideresa nacional, no la podrá frenar. Por el contrario, si el 4 de mayo, las urnas no le dan los resultados esperados, Casado pierde la joya de la corona del PP y también pagará las consecuencias.
Un argumento más trae de cabeza al círculo del jefe del PP: la intención de Rodríguez de tender la mano a Vox con discursos similares contra el comunismo y el retroceso democrático, que entienden que representa Iglesias. La jugada supone apartarse de las tesis oficiales del partido. Aún resuena el discurso de Casado en el Congreso, apartándose de la formación de Abascal e incluso atacándole personalmente. El mimetismo de los populares madrileños con éstos, sería visto como una afrenta al propio presidente del PP
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Para Vox atacar al PP a través de Ayuso no es tarea fácil. La hasta ahora presidenta ha despreciado el viraje al centro de Casado, haciendo suyos algunos de los postulados de los de Abascal. Ahora, con Ciudadanos hundido, Rodríguez buscará la empatía con el votante de Vox para formar gobierno, un Sánchez-Iglesias a la derecha.
Moncloa sacó toda la artillería para atacar a Ayuso durante la pandemia. El presidente y los ministros la minusvaloraron. Cuando se dieron cuenta, Gobierno y PSOE la habían convertido en la heroína del PP. Rodríguez supo aprovechar las innumerables críticas a su jefa para auparla en los medios y espacios nacionales. Ni con chuzos de punta cayendo en el kilómetro cero, varió su hoja de ruta: convertirla en el referente frente a la izquierda. Y hasta Iglesias se ha apuntado a derrotarla, aunque como casi todo lo que hace el líder de Podemos, su estrategia pilota sobre sí mismo. Y, claro, no iba a consentir ser él el derrotado en la siguiente cita electoral.
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