Tras decir que la mascarilla no era necesaria y después sí; apelar a un comité de asesores de la pandemia que resultó no existir; hacer chistes indecentes con las enfermeras que debió de rectificar; presentarse como motero en la portada de un medio nacional y otras muchas idas y venidas, el Gobierno decidió meter a Fernando Simón en el congelador hasta nueva orden. Y la orden llegó esta semana.
Un día antes de que el Ejecutivo aprobase la nueva norma que regula el recibo de la luz, Don Simón se dedicó a atizar a los medios de comunicación. Entiende que las informaciones que recogen el descontento por firmar un consentimiento para vacunarse con Astra Zeneca la segunda vez, responde a intereses con las compañías farmacéuticas.
La factoría monclovita cada vez es más incapaz de convencer de lo inevitable. Y es que el malestar de los ciudadanos por querer disuadirlos de ponerse la segunda dosis de la citada vacuna es otra china más en el zapato de Sánchez en relación con la gestión de la pandemia.
Desde la fallida moción de censura en Murcia, al presidente le crecen los enanos. Acostumbrado a las performances y a la propaganda preparada por sus asesores, Sánchez confiaba en una nueva pirueta para convencer a los españoles de que ahora es mejor combinar dos vacunas, pero el marketing tampoco le ha resultado en esta ocasión y en Moncloa han decidido sacrificar a Simón para señalar a los medios de comunicación. ‘Que mejor que exponer al quemado para zafarse de las llamas’…
Las reacciones a semejante declaración han sido respondidas por prácticamente todos los grupos de comunicación, que han calificado de inaceptables semejantes acusaciones. Algunos, comunicadores incluso han tirado de ironía para ridiculizar al coordinador y, de paso, al Ejecutivo. Mientras Federico Jiménez Losantos pedía su dimisión, Antonio García Ferreras se burlaba de la teoría de éste y daba paso a un representante de la OCU para que explicar las “verdades” del nuevo recibo de la luz, el otro tema informativo del día, al que la factoría sanchista no ha logrado quitar del foco, por más que han querido convencer de que no es una subida de impuestos encubierta. Salvo que planchemos a las doce de la noche o pongamos el lavavajillas el fin de semana.
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