Todo apunta a que Telecinco, el buque insignia de Mediaset, perderá el mes de septiembre frente a Atresmedia. En caso de confirmarse, será el segundo mes consecutivo en que la cadena mayor de Mediaset se vea superada. O, lo que es lo mismo, con una pérdida de audiencia e ingresos en uno de los momentos con mayor dinamismo del mercado publicitario y de audiencia en la televisión en abierto.
La existencia de una crisis en Mediaset es un hecho. Los resultados sólo son el certificado de defunción de esa televisión “transversal” que pregonara el inefable Manuel Villanueva. Un supuesto modelo televisivo que unía sinergias entre Telecinco y Cuatro y que la propia directiva del grupo se encargó de boicotear cuando consideró necesario insuflar combustible en la hermana mayor. La televisión “transversal” de Villanueva ya estaba muerta desde hacía tiempo. Ahora sólo comienza a oler a descomposición.
El mismo olor que se respira por los pasillos de Fuencarral, donde la gran apuesta para reflotar la audiencia, el ‘Rocíogate’, se ha caído con todo el equipo, dejando a la cadena, y a La Fábrica de la Tele, y a Carlota Corredera, a la altura del betún. Ya no hay políticos arropando documentales. Ya no hay contertulios y expertos a sueldo clamando contra el objetivo designado. Lo que sí hay es una sentencia condenatoria que da la razón al “malo” de lo que sería una pésima producción de ficción, de no ser porque se ampara en circunstancias reales. Y una división cada vez mayor sobre cómo capear el temporal.
Lo que está sucediendo en Mediaset España es el camino lógico de una falta de visión absoluta que se ha llevado por delante las series, los Informativos, los concursos… y ha dejado prácticamente todo en manos de ‘realities’ y espacios de ‘desinformación’ rosas. Dejando claramente a salvo a Ana Rosa Quintana que es la única que sigue haciendo televisión.
La degradación absoluta personificada en esa Lydia Lozano cubriendo el volcán de la Palma.
¡Pobre Piqueras!
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