Adrián López es el director general del Grupo Noroeste, con sede en Culiacán (Sinaloa, México), y toda una institución como figura en defensa de la libertad de prensa en el país norteamericano. En esta entrevista desgrana algunos de los motivos por los que, en poco más de un mes, se han producido, al menos, ocho atentados contra periodistas en su país, cinco de ellos con víctimas mortales.
El primer asesinado fue José Luis Gamboa, director de un portal de Internet de Veracruz, a principios del mes de enero. En las semanas siguientes, se produjeron los homicidios del fotógrafo Margarito Martínez y la periodista Lourdes Maldonado, ambos en Tijuana. La cuarta víctima de esta espiral de violencia ha sido Roberto Toledo, colaborador del portal de noticias Monitor Michoacán. Y, en los últimos días, se han producido, al menos, cuatro atentados más contra profesionales del mundo de la comunicación. El más reciente, el pasado 11 de febrero, con el asesinato en Oaxaca del director de la web RCP Noticias, Heber López Vásquez.
Adrián conoce de cerca la situación. De hecho, el espíritu siempre crítico y audaz de su medio ha sido duramente golpeado por lo que él llama “crimen organizado”, con episodios tan impactantes como el tiroteo de su sede en Mazatlán, con más de 27 impactos de bala. En 2014, sufrió él mismo un atentado con dos disparos que a punto estuvieron de acabar con su vida.
Testigo de lo que sucede en su país en una de las regiones más peligrosas del país -aunque “sobredimensionada por Netflix”, según nos asegura-, nos ofrece los porqués de la impunidad ante tanta violencia. En México, en torno al 98% de los casos de periodistas asesinados sigue sin resolver.
_El año 2022 ha comenzado con un ataque furibundo contra los periodistas y los profesionales de los medios de comunicación en su país. ¿Qué razones están detrás de esta situación que parece ir a peor cada año?
Se trata de un problema crónico, estructural y sistémico en el conjunto de la sociedad. Desde que en 2006 se declaró la guerra al narcotráfico, la situación se ha ido agravando hasta superar los 100.000 asesinatos anuales en los últimos tres años; es decir, en México se asesina a una persona cada 14 minutos. Y lo peor es la impunidad, que se traduce en que asesinar a un periodista sale prácticamente gratis, porque no hay un coste social o político. Pero lo más preocupante es que no mata solo el crimen organizado, los narcos… sino que el propio Estado también está implicado, en ese estado paralelo al que les empuja la corrupción de actores políticos y policiales.
_Imagino que os estaréis movilizando en los medios contra tanto ataque, contra tanta violencia.
En los últimos días nos hemos manifestado en las calles de 20 ciudades, pero apenas mil personas en cada una. Sobre todo, se manifiestan los periodistas, los reporteros, pero no ves a los responsables de los medios, más allá de una condena en Twitter o en el propio medio. Nos falta una organización interna, solidaria entre los medios, con un liderazgo que consiga abrir los ojos a la opinión pública, a las autoridades. Debemos mostrar algo que trascienda más allá de nuestros propios medios. Yo estuve en la manifestación en Culiacán, en mi ciudad, y el sabor era agridulce de no conseguir de verdad el impacto.
_¿Qué impide esa unión entre los medios, ese movimiento que os permita crear un frente común ante situaciones como la de estas semanas tan sangrientas y violentas?
Yo veo tres razones, principalmente. La primera, es la falta de un respaldo social. Algo que solía comentar con Javier Valdez antes de su asesinato [Javier Valdez fue un periodista mexicano que recibió varios premios internacionales por sus escritos sobre el narcotráfico y sobre el crimen organizado y que fue asesinado en el ejercicio de su profesión en 2017]. Javier aseguraba que los periodistas estábamos solos. Que bastante tiene la población en salir adelante. Sobre todo, en estos dos años de pandemia, en los que el Gobierno mexicano no ha ayudado a la población, ni sanitaria ni económicamente. Y en un clima donde la inversión está en niveles de hace 10 años y la tasa de mortalidad es la más alta del mundo. Así es difícil generar empatía.
La segunda razón de esa falta de unión es la situación de la propia industria de los medios, donde la publicidad ha sido el subsidio disfrazado del Estado para que los medios sobrevivan a cambio de no ser críticos con ellos. Eso ha empujado a que los medios no estén volcados en conectar con las audiencias, sino en agradar al poder. Y este año el gasto en publicidad del propio Estado va a suponer un tercio del asignado el año pasado, con una ley de trasparencia de la publicidad aún pendiente. Los medios debemos llevar a cabo la transición digital que nos permita crecer, por un lado, ganar audiencia, por otro, y ser más independientes de los poderes.
Y la tercera razón es la falta de confianza de los públicos en los periodistas. Una desconfianza alimentada también desde arriba. Es muy fácil desacreditar y criminalizar a la víctima, porque justificas la impunidad. Y sabemos que va a haber impunidad salvo en casos muy concretos o emblemáticos, como el mío, por ejemplo. Solo se puede llegar a los autores materiales, no a quién está detrás. Si además hay medios que sostienen esa situación porque, en parte, están financiados por el poder, cualquier pueda agredir a un periodista sin que tenga un coste social o un coste jurídico.
_Pero para proteger a los periodistas y otros colectivos, como los defensores de derechos humanos, hay unos mecanismos de protección en México. Según estiman, hay unos 500 periodistas inscritos. ¿Es solo un tema de imagen para que parezca que se defiende y se protege a los periodistas?
Tocas un tema clave. El Gobierno mexicano se ha vuelto experto en simular que hace avances. Yo rechacé esa protección por la impunidad, pero también por la nula autonomía, la ineficacia, la ineptitud y la corrupción de las fiscalías estatales y federales, que son quienes tienen que garantizarla seguridad de las personas protegidas. ¿Por qué lo digo? Porque hemos tenido casos como el de un periodista hostigado por la policía de una ciudad al que le asignan un teléfono y un botón de pánico conectados con la jefatura de policía que precisamente le está hostigando. O periodistas a los que se les entrega un teléfono para que le proteja y recibe amenazas a través de ese móvil, que se supone que es secreto. Claro, cuando unas herramientas que te deben dar seguridad terminan dándote miedo, el sistema no funciona y está corrompido. Y ese miedo, con dos agresiones de todo tipo a los periodistas por vía presencial o digital, termina llevando a la autocensura y al silencio, que es la muerte del periodismo.
_En ese clima es muy difícil ejercer el periodismo. Y muy difícil que funcione bien un sistema democrático.
La tasa de homicidios se ha disparado enormemente en los últimos diez años y los criminales cada vez ocupan más espacio en la vida pública. Las últimas elecciones, en 2020, fueron las más violentas de la historia, con más dos decenas de candidatos asesinados, urnas robadas, secuestros exprés de operadores electorales… Mientras la impunidad siga siendo la regla, va a ser muy complicado ejercer el periodismo. La ausencia de justicia jurídica y social de verdad. Que sepamos qué pasó y por qué, y que haya una garantía de reparación del daño y de que no va a volver a pasar.
_Vayamos a tu situación personal, con los atentados contra tu empresa de medios y contra tu propia integridad. ¿Cómo es trabajar en esa situación y cómo protegéis a vuestros propios trabajadores y colaboradores?
Soy un convencido de que los medios tenemos que velar por la seguridad de los periodistas. Y no los matan en una situación violenta, sino a la salida de su trabajo, en los alrededores de tu casa. Y aunque no puedes ponerle un chaleco antibalas a cada periodista, sí tratar de protegerles. Nosotros, en Noroeste, ejercemos la representación legal en todas las agresiones a nuestro equipo, del tipo y por el motivo que sean. Y lo hacemos como una manera de mandar un mensaje a las autoridades, con lo que hemos logrado, hasta cierto punto, un mayor cobijo institucional.
_¿Cuál es el protocolo que seguís en el caso de estas situaciones?
Primero, publicamos sobre el tema, con total rigor y tacto ético. Luego, intentamos reaccionar lo más rápidamente posible cuando hay amenazas, secuestros, acoso en redes sociales… La premisa es ser ágiles y no subestimar ningún caso. Si alguien nos lo cuenta, intentar protegerle. Y luego tratar cada tema de forma específica. Por ejemplo, el año pasado sufrimos el secuestro exprés de un fotógrafo en la ciudad de Mazatlán, en el estado de Sinaloa. Activamos una movilización, utilizamos contactos y recursos para intentar reaccionar lo más rápidamente posible, y logramos la movilización, incluso del gremio, para ejercer una presión que acabó con final feliz. Pero no es una situación común. En estados del centro y el sur del país incluso se han quedado sin medios de comunicación tradicionales, y muchos periodistas crean sus propios medios cuasipersonales y pequeños, a través de streaming. Y no cuentan con la protección ni de una empresa ni de las autoridades. Y cuando el final es trágico, en realidad estamos fallando todos.
Además, contamos con dos figuras clave en cada ciudad en la que estamos. Uno es un psicólogo, para poder atender a un periodista o un trabajador nuestro, ya sea sobre un tema de violencia o amenaza o de cualquier tipo, incluso personal. Está allí para cualquier situación. Y la otra figura es un abogado, que pueda ofrecer consejo y atención. Pero soy consciente que somos un medio peculiar. Con siete familias dueñas. Sin reparto de dividendos. Somos casi una ONG, pero con una tradición crítica de 50 años, siempre independientes de la publicidad oficial.
_México ha reformado recientemente su sistema judicial. ¿No ha contribuido a proteger, entre otros, a los periodistas?
Efectivamente, desde hace siete años hay un nuevo sistema de justicia penal acusatoria mucho más moderno en el que se admiten, entre otros, la presunción de inocencia. Sin embargo, ha fortalecido más al crimen organizado, que trata de proteger a los agresores, y ha debilitado a la justicia, la policía o la fiscalía, que ha ido perdiendo poder. Nuestro problema real es nuestro aparato de justicia, que es el que posibilita, insisto, la impunidad tan alta que tenemos; el clima de violencia y de miedo que sufrimos a diario. Y hay medios que renuncian al periodismo, porque dejan de acosarles o de asesinarles a cambio de no publicar. Y eso es renunciar a su esencia. El crimen organizado está infiltrado en todas partes, y eso hace muy complicado cualquier mecanismo de defensa.
_Volvamos al tema de la organización de los propios medios, con la idea de hacer un frente común. Hay casos como el australiano frente a Google, o más cercanos en Brasil o Argentina. ¿No es posible llevarlo a cabo en tu país?
La situación de los medios está muy atomizada. Hay varias organizaciones, pero no alcanzan para mucho. Y tenemos un presidente actual que, cada miércoles en la conferencia de presidentes matutina, ha creado un espacio que se llama Quién es quién en las mentiras. Repasan el periodismo crítico y denostan y atacan a la prensa. Además, López Obrador usa a diario algunos espacios para criticar a algún periodista o medio si no le gusta. Este clima permea, al final, en el público y en la organización criminal. A los periodistas les asusta, porque les van a señalar. Y hay otros medios que, incluso, se muestran hostiles hacia medios que critican el poder. Son medios paleros, como decimos acá. Así es muy complicado el poder organizarse y nos hace más vulnerables. Si azuzas a los periodistas de que uno es mentiroso, conservador, neoliberal, corrupto, del bloque tal… de alguna manera le estás apuntando con el dedo, y creas el clima de que “se lo merece”. Esas etiquetas son flechas para la profesión. Es un clima orwelliano.
_En este contexto, imagino que es difícil hacer la llamada transición digital para reinventar el negocio y buscar otras formas de financiación, incluso al margen de la publicidad institucional de la que hablabas antes.
En este asunto estamos empezando en México. Apenas contamos actualmente con un cinco por ciento de audiencias digitales de pago. Estamos entre los países más atrasados del mundo. Pero un reciente estudio de WAN-IFRA ha mostrado que el 60% de los medios está convencido de que el modelo hacia el que hay que ir es el de suscripción digital. Nos estamos volcando en cómo producir contenido que sea rentable, pero de momento nos movemos entre el clickbait para generar impacto y el sensacionalismo con vídeos de violencia y demás para tener visitas. Mientras nuestro periodismo no sea lo suficientemente relevante como para que la gente lo eche de menos, va a ser complicado que la gente aprecie el perder a sus medios, a sus periodistas.
_¿Cómo crees que será la prensa en tu país en los próximos años?
Siempre digo que es más difícil calcular a cinco años, porque no sabemos qué va a pasar en el futuro inmediato. Pero sí podemos estimar lo que puede pasar en dos décadas. Y si quieres ver el futuro, ve a Finlandia o Noruega. Tengo claro que, en la prensa mexicana y de todo el mundo, el periodismo crítico y riguroso va a ser de pago. Y, como comentaba antes, la menor inversión del Gobierno en los medios nos va a obligar a buscar otras formas de financiación y a no hacerle el juego a los que mandan. Será con suscripciones, trabajando en las redes sociales o en nuevas herramientas. Lo importante es que nos dejen hacer nuestro trabajo y que no nos interfieran ni los criminales ni el Estado.
_Para finalizar, Adrián. En esta situación, ¿merece la pena ser periodista?
Alguien tiene que hacer el periodismo, el de verdad. La palabra clave es generosidad, porque antes lo hizo alguien por nosotros. Y a pesar de los atentados, las amenazas, las coacciones… el periodismo siempre recompensa. Puede ser una profesión ingrata, pero cuando logras un servicio social, como recaudar fondos para alguien que necesita una silla de ruedas o un equipo que necesita financiación para un torneo fuera del país; o cuando investigas y señalas una trama de corrupción y, al menos, consigues llevar al corrupto ante el tribunal, ante un juez; ahí tienes la recompensa. Y la gente, los mexicanos, necesitan y merecen tener eso.