En la Tierra a sábado, diciembre 21, 2024

LA SALUD MENTAL DURANTE EL COVID-19

El colapso de la atención primaria, debido a la pandemia, aumenta el consumo de ansiolíticos e hipnóticos

LA RETIRADA DE ESTOS FÁRMACOS ES UNA ASIGNATURA PENDIENTE PARA LOS ESPECIALISTAS

Un informe publicado por Aemps ha demostrado que el consumo de este tipo de medicamentos ha sufrido repuntes ligados a duros momentos como la crisis económica que arrancó en 2008 o la más reciente pandemia de COVID-19, y que guardan relación directa con la salud mental

El informe ‘Consumo de fármacos ansiolíticos e hipnóticos en Receta Oficial y Mutuas’, publicado por la Agencia Española del Medicamento y el Producto Sanitario (Aemps), ha hecho retrospectiva desde el año 2010 y ha demostrado el aumento en el consumo de ansiolíticos e hipnóticos para mitigar el golpe causado por la pandemia del Covid-19.

Para Vicente Gasull, coordinador del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), “este incremento es consecuencia del aumento de los trastornos de ansiedad y cuadros depresivos, así como de situaciones de insatisfacción familiar y social”.

Cierto es, que el consumo abusivo de estos fármacos es una tendencia que viene de años atrás, pero aun así como explica Guillermo Lahera Forteza, profesor titular de Psiquiatría en la Universidad de Alcalá y miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, “la pandemia ha acentuado esta tendencia, ha aumentado la demanda y, ante una Atención Primaria colapsada que no puede ofrecer alternativas, ha generado un incremento de estas prescripciones”.

Fármacos y salud mental

Los expertos coinciden en que las situaciones sociales complicadas tienen un impacto directo en el aumento de casos de ansiedad, depresión y similares y, por ende, en el aumento del uso de estos fármacos. Desde la perspectiva de la especialidad de psiquiatría, Lahera, apunta que “con la pandemia se ha observado un aumento de ansiedad y depresión en la población adulta, y de forma más llamativa un aumento de urgencias en adolescentes, autolesiones y trastornos de la conducta alimentaria”.

Además, sobre la prescripción de estos fármacos especifica que “el confinamiento conllevó muchas visitas telefónicas a los pacientes, con un manejo fundamentalmente farmacológico de estos trastornos. Destaca el aumento en ansiolíticos e hipnóticos, muchas veces usados en el abordaje del insomnio”. Estos datos también se reflejan en el informe elaborado por la Aemps, el cual destaca que los picos de consumo son más pronunciados en el caso de los ansiolíticos, mientras que en hipnóticos y sedantes hay un aumento más sostenido del consumo de estos medicamentos.

El problema, según los expertos , no es el uso de estos fármacos, sino la falta de recursos que eviten o complementen la terapia farmacológica. Un hecho que sucede en muchas ocasiones por ser la atención primaria el primer punto de contacto de los pacientes que presentan este tipo de cuadros.

Aquí y ante el ritmo de vida que llevamos actualmente, Torres llama a no confundir situaciones de ansiedad con malestares puntuales provocados por la vida laboral o personal. “Estas situaciones generan una alteración en las personas que difícilmente se afronta de una manera que no sea farmacológica por la rapidez que te da el uso del fármaco; se están medicalizando muchos aspectos que no deberían serlo, son síntomas de malestar que todos podríamos tener”, advierte. Y Lahera por su parte y siguiendo la misma línea cuestiona también “la dicotomía de tratar la ansiedad o la depresión con fármacos o psicoterapia; en casos moderados y graves, la combinación de ambas intervenciones es lo que ha demostrado mayor eficacia”.

Buen uso de la farmacología

El mal uso de estos medicamentos no quiere decir que deban demonizarse, ya que su eficacia y seguridad está demostrada. Según Gasull, “son muy útiles y seguros cuando se usan bien, como en pacientes que sufren una crisis de pánico, donde lo más útil es un ansiolítico”.

Estos fármacos pueden, por tanto, presentar ventajas, siempre y cuando se usen bien y son seguros con las advertencias precisas. “Igual que denunciamos el uso excesivo de psicofármacos en algunas ocasiones, debemos recordar que son herramientas necesarias y beneficiosas para muchos pacientes con trastorno mental; hay que evitar incurrir en un discurso indiscriminado anti-medicación”, manifiesta el experto Lahera. Y añade que, también debe ponerse el foco en que las prescripciones sean “rigurosas”.

Monitorización del tratamiento

Ante la situación que muestra el informe, los expertos no ponen en duda la utilidad de estos fármacos en las indicaciones para las que se autorizan, si no que instan a realizar un mejor control de tratamiento para evitar así su uso en situaciones inadecuadas. “Como muchos otros fármacos, cuando se prescriben, hay que controlarlos”, explica Torres.

“Es curioso que los antidepresivos tengan peor fama que los ansiolíticos o hipnóticos, porque estos dos últimos producen mayor adicción y, además, los antidepresivos pueden retirarse con mayor rapidez”. El responsable del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la SEMG ahondando en esta idea y plantea que “no es raro que la ciudadanía piense que es un fármaco que puede formar parte del botiquín y esto no es aceptable”.

Así la idea de monitorizar la retirada de estos fármacos es una asignatura todavía pendiente para los especialistas de la rama de salud mental. Gasull considera que lo más importante es revisar ciertas situaciones en las que el uso del fármaco puede dejar de estar justificado. “Hay personas mayores que llevan muchos años tomando ansiolíticos pero no suben dosis, lo que debe hacer replantearse que realmente les estén haciendo algún efecto”. Y es que usar estos fármacos a largo plazo puede generar problemas graves en la vida de los pacientes.

Vicente Gasull, coordinador del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN) explica que lo ideal sería contar con un mejor acceso a la psicología y la psiquiatría en el Sistema Nacional de Salud. A lo que añade que, “en muchas ocasiones el paciente necesita es el apoyo profesional, hablar, poner la situación en perspectiva, y aprender técnicas para afrontar los problemas, lo que derivaría en una reducción del uso inadecuado de estos fármacos”.

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