Mientras se debate las posibles causas que originaron una pandemia a nivel mundial, la balanza se inclina cada vez con mayor fuerza hacia la hipótesis de la fuga de un laboratorio chino, el Instituto de Virología de Wuhan, donde según se conoce se realizaban experimentos para manipular cepas virales.
La prueba irrefutable que permita demostrar de forma científica o con la mayor certeza posible que el virus del Covid-19 salió de un mercado de animales o, por error de un laboratorio, no la encontraremos jamás, pero los indicios si existe. Yes que, la hipótesis de un virus manipulado que salió del laboratorio por falta de seguridad y disponibilidad limitada de personal especializado, que ya circulaba en 2020 y parecía descartada, se ha fortalecido mucho en las últimas semanas.
La batalla entre EE.UU y China
En concreto, toda hipótesis comenzó con un tweet lanzado el 12 de marzo por el portavoz del Ministerio chino de Exteriores, Lijian Zhao, experto en lanzar ataques de respuesta al Gobierno norteamericano quien aseguró qué: “podría haber sido el Ejército de EEUU el que trajo la epidemia a Wuhan”. No aportó ninguna prueba, pero sí un par de preguntas con las que se justifican todas las conspiraciones: “¡Sean transparentes! ¡Hagan públicos sus datos!”.
Las palabras de Lijian contradijeron incluso la información científica facilitada por su Gobierno, pero eso no importaba demasiado. Lo importante era generar dudas si estás siendo atacado por esa razón. Ya un mes antes, el senador republicano Tom Cotton, bien conectado con la Casa Blanca, había planteado otra hipótesis, también en Twitter: “Buena ciencia, mala seguridad (es decir, estaban investigando cosas como pruebas de diagnóstico y vacunas, pero ocurrió una fuga accidental)”. De nuevo, hipótesis sin pruebas.
Pero bien, hace dos años y medio el principal impulsor de la tesis de la intervención de una mano humana fue el entonces presidente Trump quien, con su gusto por las palabras que retumban y su tendencia a tratar hasta los temas más delicados, había comenzado a llamar al Covid -19 Kung flu (flu significa gripe en inglés, nota del editor). Su voluntad de politizar el tema hizo que muchos, incluidos los científicos, retrocedieran. Sin embargo, si hubo quienes, como el jefe de los CDC de Atlanta en ese momento, Robert Redfield, dieron crédito a la hipótesis del error de laboratorio.
Fue en febrero de 2021, cuando la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) trató de sepultar este tema, calificando de extremadamente improbable la hipótesis de la intervención humana. Pero, recientemente, a mediados de 2022, la propia autoridad sanitaria planetaria también cambió de rumbo, invitando a investigar a fondo la hipótesis del accidente de laboratorio.Y es ahora, de forma todavía más reciente, cuando se han planteado tres factores que han inclinado más la balanza hacia la hipótesis del virus “fabricado”.
Tres nuevas razones
En primer lugar, el primer informe real que hace barajar esta idea es el propio análisis interino de un miembro republicano de la Comisión de Salud y Educación del Senado. El documento, presentado el pasado jueves y firmado por el senador Richard Barr, un conservador moderado es el resultado de una larga investigación bipartidista. Por ahora, los demócratas se han retirado de la firma del documento, aunque dicen que la colaboración continuará y que el documento final podría ser común.
El análisis recoge múltiples factores que apuntan a un accidente de laboratorio que permitió la fuga de un virus manipulado. En particular, parece poco probable que dos equipos de científicos del Ejército hayan logrado desarrollar una vacuna, lista en febrero de 2020, en menos de dos meses. Según los expertos que participaron en el trabajo, es mucho más probable que el equipo haya tenido acceso a la secuencia genómica del virus desde noviembre de 2019. Por lo tanto, esto indicaría que China seria responsables del descuido.
El segundo documento es un es un ensayo de 40 páginas resultado de la investigación de un equipo de periodistas de Vanity Fair y ProPublica. Sus autores, trabajaron durante cinco meses haciendo que todas las comunicaciones que salían de los laboratorios chinos y las interacciones con el Comité Central del Partido Comunista fueran analizadas por expertos que hablan mandarín y saben descifrar el lenguaje opaco de la comunicación política oficial.
Y, tras este exhaustivo análisis, descubrieron muchas pistas que apuntaban a que en noviembre de 2019 los laboratorios de Wuhan se vieron desbordados por una gravísima emergencia por la que se movilizó la cúpula del PCCh y, probablemente, el mismo Xi Jinping. Además, un año antes del desastre, el director del instituto había escrito, en un artículo para una revista científica china, sobre los enormes problemas de seguridad en los laboratorios. Y advirtiendo que: “La manipulación de virus en el laboratorio puede producir grandes beneficios, pero también puede provocar catástrofes”.
Y, por último, el tercer elemento es un estudio científico publicado por tres científicos -un genetista de Montana, un farmacólogo de la Universidad de Duke y un ginecólogo alemán- según el cual la demostración del origen no natural del virus Covid-19 debe buscarse en el modo en el que son atacados los diversos segmentos del genoma. En la naturaleza, estas “bisagras” aparecen al azar y de forma limitada a lo largo de la cadena del genoma. En cambio, cuando hay intervención humana estos cortes son mucho más numerosos y no aparecen al azar sino que están bien espaciados.
Un trabajo muy criticado por distintos expertos en virología que han señalado graves deficiencias en su metodología, pero los tres investigadores afirman haber probado su teoría sobre el genoma del Covid-19, comparándolo con el de otros 70 coronavirus que se encuentran en la naturaleza: la diferencia, dicen, es obvia. Así ante este tema, los científicos se dividen en dos grupos: aquellos que descartan el método propuesto por sus tres colegas, tachándolo de poco fiable, falaz. Y otros, sorprendidos por la simplicidad de un método en el que nadie había pensado antes.
Miedo a una cuarta dosis
Ahora bien, dejando el pasado a un lado, y trasladándonos a la actualidad, la realidad es que, a casi tres años del inicio de la pandemia y con el comienzo ya de la administración de una cuarta dosis contra el Covid-19, los ciudadanos siguen temiendo los posibles efectos secundarios de tal remedio.
En un momento, en el que muchas comunidades autónomas viven un aumento de la incidencia del virus, la campaña de vacunación de la cuarta dosis de la vacuna contra la COVID-19, adaptada a las nuevas variantes de ómicron, ya ha comenzado. Pero bien, como con cualquier vacuna, este cuarto pinchazo puede provocar efectos secundarios.
Según La AEMPS, 80.941 personas informaron de haber experimentado algún efecto adverso tras recibir una inyección contra el coronavirus. La mayoría de estas personas son mujeres, con un 73% de los casos y personas de entre 18 y 65 años (87%).
Este porcentaje de efectos adversos se traduce en 79 avisos por cada 100.000 dosis administradas. Del total de las notificaciones, 13.627 se consideraron de graves. En España se han administrado más de 102.900.000 dosis de vacunas contra el coronavirus.
En definitiva, la mayoría de consecuencias y efectos secundarios a largo plazo que puede provocar la vacuna contra el Covid-19 siguen sin comunicarse de forma clara y directa a la sociedad, lo que, a pesar del alto porcentaje de población vacunada (85,73%) provoca incertidumbre que se traduce, para diversas personas, en miedo, miedo a qué será peor, el remedio o la enfermedad.
Seguiremos informando…