La infertilidad está considerada ya un problema de salud, observándose un aumento progresivo de su prevalencia por diversos factores, entre los que destaca el retraso del primer embarazo. De hecho, la edad media a la maternidad no ha dejado de aumentar desde 1980, y en 2019 se situaba en 32,3 años a nivel nacional y en 33,1 en la Comunidad de Madrid, a pesar de que es sabido que la capacidad reproductiva, máxima entre los 20 y los 30 años, comienza a disminuir progresivamente a partir de esa edad, hasta bajar del 5 por ciento a los 40 años.
Este escenario hace que las tasas de esterilidad ronden el 14-16% de la población española; que la tasa bruta de natalidad (número de nacidos por 100.0000 habitantes) fuera en 2020 de 7,2 hijos en España y de 7,7 en nuestra región; que la tasa global de fecundidad (número de nacidos por cada 1.000 mujeres) se situara ese año en 32,28 en España y en 32,5 en Madrid; y que el número de hijos por mujer siga disminuyendo, ya que, tanto a nivel nacional como regional, las mujeres tienen entre uno y dos hijos, siendo cada vez más las que solo tienen uno. Como consecuencia de esta situación, la población está envejeciendo, y es necesario atenuar en lo posible esta tendencia para hacer frente al desequilibrio demográfico