Actualmente, la mayoría de las personas en España. y especialmente los jóvenes, eligen internet y las redes sociales a la hora de obtener información sobre ciencia y salud. Un contexto, en el que la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó recientemente un trabajo en el que alertaba de los problemas producidos por la infodemia (abundancia de información) y la desinformación, y como esto puede perjudicar la salud mental de las personas.
“Los efectos de la infodemia y la desinformación sobre salud en línea pueden contrarrestarse desarrollando políticas legales, creando y promoviendo campañas de concienciación, mejorando el contenido relacionado con la salud en los medios masivos y aumentando la alfabetización digital y de salud de las personas”, aseguraron al respecto diferentes expertos.
En concreto, si se realiza una revisión sistemática de estudios llevados a cabo en torno a este tema, se puede decir que existen más de 31 trabajos centrados en analizar ‘fake news’, desinformación e infodemias relacionadas con la salud. Pero bien, ¿cómo definimos la desinformación?Pues bien, a día de hoy se define como información falsa o inexacta con la intención deliberada de engañar y es necesario estudiar, comparar y resumir esta evidencia para poder identificar formas de abordar los efectos negativos de la información de salud falsa en la salud pública.
Desconfianza en los profesionales de la salud
Las repercusiones de la desinformación en las redes sociales como resultado de un mal uso de las mismas, incluye efectos negativos como pueden ser: un aumento en la interpretación errónea del conocimiento científico, polarización de opiniones, aumento del miedo y el pánico o disminución del acceso a la atención médica. Y es que, como defienden los expertos, “las redes sociales han estado propagando información relacionada con la salud de mala calidad durante pandemias, crisis humanitarias y emergencias de salud”.
En este sentido, si nos paramos en la revisión de diferentes estudios, cuatro de los más recientes han analizado la proporción de información errónea sobre salud en las redes sociales y encontraron que alcanzaba hasta el 51% en publicaciones asociadas con vacunas, hasta el 28,8% en publicaciones asociadas con el Covid-19 y hasta el 60% en publicaciones relacionadas con pandemias. Entre los videos de YouTube sobre enfermedades infecciosas emergentes, se encontró que entre el 20% y el 30% contenían información “inexacta o engañosa”.
La continua exposición a desinformación, fake news o bulos, genera en las personas, especialmente en los más jóvenes, angustia mental, social, política y/o económica debido a todo el contenido engañoso y falso que les llega relacionado con la salud en las redes sociales. Algo que se intensificó de forma desorbitada durante la crisis sanitaria vivida en 2019.
Pero, ¿quiénes son los más apropiados para acabar con esta tendencia? Según los expertos, los profesionales de la salud se encuentran entre los mejor ubicados para refutar la información errónea y dirigir a los usuarios a fuentes de información basadas en evidencia. Por tanto, la promoción y difusión de información de salud confiable es crucial para que los gobiernos, las autoridades de salud, los investigadores y los médicos superen la información de salud falsa o engañosa que se difunde en las redes sociales”, ha destacado el trabajo.
WhatsApp, el canal por el que más bulos de salud se comparten
En concreto, según las conclusiones del ‘Informe EHON ¿Cómo actuar frente al Dr. Google?’, editado por el Instituto #SaludsinBulos, que se presentó en el Hospital de La Princesa (Madrid), la aplicación de mensajería instantánea WhatsApp es el canal por el que más bulos de salud se comparten. “La facilidad de su uso y su gran penetración en la población española, han hecho a WhatsApp una agente clave en la propagación de las fake news.” explican los participantes en este estudio,
Ahora bien, junto a WhatsApp, las redes sociales Twitter y Facebook comparten la segunda plaza como canales de difusión de bulos para el 11% de los encuestados. “El principal peligro del Whatsapp es que la alerta nos llega a través de una fuente de confianza, no se puede actuar de manera masiva para informar con rigor y está muy extendido entre la población, por lo que se presta para la difusión de bulos con rapidez”.
De esta manera, la única solución existente ante tal situación vuelve a recaer en los profesionales sanitarios, quienes han de asesorar a los pacientes sobre los contenidos web más fiables. Los encuestados en este último estudio mencionado creen que debería estar penalizada la difusión de contenidos de salud que perjudiquen a los pacientes. Además, el 92% de llos participantes sugiere que debería haber en los navegadores indicadores de fiabilidad del contenido de las páginas web de salud.
#SaludsinBulos y SEMERGEN alertan sobre el peligro de los bulos de salud
Por último, y con motivo del Día de las Redes Sociales, el Instituto #SaludsinBulos y la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN) han aprovechado la ocasión para advertir sobre el peligro creciente de la desinformación, y han elaborado una serie de recomendaciones para reducir su impacto, a partir de la evidencia científica. Entre las áreas en las que más extendida se encuentra la desinformación sobre salud en redes sociales figuran las vacunas y la alimentación, que son las que concentran la mayoría de los bulos.
Así, uno de los consejos consiste en mejorar las habilidades de comunicación de los profesionales sanitarios en las redes sociales para que el mensaje de la ciencia llegue a más personas y se establezcan relaciones de confianza. Así lo recoge un estudio de la Universidad de Taipei publicado en el último número de Journal of Conrolled Release. En él se concluye que “las personas que están expuestas a información errónea pueden ser menos propensas a adoptar comportamientos de salud preventivos y / o a adherirse a las recomendaciones de las autoridades de salud”.
Y citan como ejemplo que “la desinformación ha llevado a una tasa de vacunación contra la COVID-19 subóptima en muchos países”. Los autores advierten que “el problema principal no es la prevalencia de la desinformación en sí, sino más bien la dificultad de desacreditarla y transformar la información correcta en recomendaciones procesables que puedan comunicarse de manera efectiva a varias audiencias”. Por eso proponen mejorar la comunicación de los científicos a la población a partir de la escucha activa en las redes sociales.
Otra de las recomendaciones está en contrastar la información en redes sociales y no difundirla sin estar seguros de que es cierta. Investigadores británicos y norteamericanos han publicado una investigación en la edición de julio de la revista Cognition que demuestra que cuanta mayor es la exposición a contenidos falsos más probabilidad hay de que se perciban como verdaderos y se redifundan. También recogen que tan solo en un año se publicaron 1.1 millones de artículos falsos sobre el covid-19.
Además, SEMERGEN y el Instituto #SaludsinBulos también aconsejan comprobar si la fuente de una información en redes sociales procede de cuentas identificadas como propagadores de contenidos falsos. Un estudio publicado en la última edición de Public Health Reports sobre el tratamiento a la vacunación del covid-19 en redes sociales en Estados Unidos encontró que unas pocas cuentas eran las responsables de la mayoría de los bulos sobre vacunas, y que eran muy similares los que se difundían en inglés con los que se propagaban en español.
Ahora bien, ambas asociaciones reiteran una de las consecuencias más graves de la desinformación en salud en redes sociales: el aumento de trastornos mentales y de la conducta alimentaria. Un trabajo publicado en el último número de la revista Body Image indica que la conversación de adolescentes en redes sociales sobre imagen corporal implica un aumento de desórdenes de la alimentación.
“Estamos viendo cada vez más adolescentes que sufren trastornos obsesivos compulsivos, e incluso con ideas autolíticas, relacionados con la exposición a redes sociales. La importancia de los profesionales sanitarios en educar a la población sobre todo en el uso de las redes sociales es fundamental. Creo que debemos realizar actividades comunitarias en adolescentes”, explica el doctor Javier Sanz, Coordinador del Grupo de Trabajo de Innovación Digital en Salud, de SEMERGEN. Por ese motivo, desde esta sociedad y #SaludsinBulos piden a los padres que conversen sobre el contenido al que acceden sus hijos menores de edad en las redes.
Seguiremos informando…