El cáncer de vejiga es el noveno cáncer más diagnosticado a nivel mundial, suele detectarse alrededor de los 70 años, el hábito tabáquico es su principal factor de riesgo, y la hematuria -presencia de sangre en la orina- el síntoma asociado más frecuente. El escenario se completa con diferencias geográficas marcadas, siendo los tumores de la vía urinaria mucho más frecuentes en el oeste europeo, lo que incluye España.
Entre los aspectos más positivos de la evolución de este tipo de tumor destaca que en la mayoría de los casos se diagnostican en fases precoces de desarrollo, lo que facilita su curación con cirugía, concretamente con resección transuretral con posterior instilación de quimioterapia o inmunoterapia endovesical periódica.
Sin embargo, “cuando el tumor está más avanzado, la curación puede ser difícil, o incluso imposible, y los objetivos del tratamiento cambian hacia prolongar la supervivencia y mejorar la calidad de vida del enfermo”, explica el Dr. Ramiro Cabello Benavente, jefe asociado del Servicio de Urología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz y responsable de su Unidad de Urología Oncológica.
Ahora bien, para el diagnóstico y seguimiento del cáncer de vejiga se precisan pruebas invasivas que suponen un importante impacto para el paciente, ya que se le debe realizar un seguimiento de vigilancia continuada según el riesgo de recurrencia y la progresión del tumor, lo que ocasiona incomodidad, realización de pruebas invasivas (cistoscopia) y procedimientos quirúrgicos (resección transuretral de vejiga) recurrentes; y requieren, además, tiempo, personal y organización específicas para su realización.
Un procedimiento no invasivo
Para optimizar este proceso, el hospital madrileño ha incorporado a su arsenal terapéutico una nueva herramienta no invasiva: el test de metilación de ADN Bladder Epicheck®, una prueba genómica basada en un análisis por PCR, partiendo del ADN presente en la orina obtenida mediante micción espontánea, y que permite estudiar un panel de 15 marcadores para detectar cambios en la metilación de ADN, específicos de los tumores vesicales.
“Utilizar este biomarcador es un importante avance en el diagnóstico y seguimiento de los pacientes con cáncer de vejiga que ayuda a disminuir intervenciones innecesarias sobre el tracto urinario y a generar un impacto significativamente positivo en la calidad de vida de los afectados”, asegura el Dr. Cabello, que destaca la comodidad que proporciona el test para el paciente, ya que solamente requiere de la entrega de una muestra de orina. Además, “a diferencia de otros test convencionales, como la citología y otros biomarcadores, se trata de un procedimiento no invasivo con orina de micción espontanea sin que se vea afectado por los efectos colaterales de las instilaciones (inflamación, infección, hematuria…)”.
Según los datos publicados sobre esta técnica, que tiene una sensibilidad del 80 por ciento y una especificidad del 48 por ciento, con una precisión de casi el 98 por ciento de descartar presencia de tumor en caso de que la prueba resulte negativa, incorporar su uso al esquema diagnóstico “incrementa de forma significativa la precisión para detectar un tumor de vejiga de alto grado, ayuda en la toma de decisiones y, en ciertos pacientes y escenarios, puede permitir reducir la frecuencia y/o necesidad de cistoscopias (procedimiento invasivo) sin pasar por alto la presencia de tumores agresivos”, apunta el urólogo.
El Servicio de Urología de la Fundación Jiménez Díaz, en coordinación con el de Anatomía Patológica, que ha desempeñado un papel clave en el desarrollo e implementación de este proyecto, ha sido pionero en la incorporación de esta herramienta terapéutica a su Unidad de Cáncer Urotelial, a la que también pertenecen los doctores Juan Ignacio Monzo Gardiner, Elena Buendía González y Leslie Cuello Sánchez. Además, en breve la técnica estará también disponible en los cuatro hospitales de QuirónSalud integrados en la red pública madrileña (Sermas) –
Seguiremos informando…