Alrededor de 65 millones de personas sufren epilepsia en el mundo y, más de 400.000 en España. Todos los 12 de febrero se celebra el Día Internacional de la Epilepsia para concienciar y educar a la población sobre esta enfermedad neurológica.
La clave de esta enfermedad es una alteración de la actividad eléctrica de las neuronas que causa crisis repetidas. Puede afectar a cualquier persona, y a cualquier edad, pero es más frecuente que aparezca en la infancia y en la senectud.
El Hospital Universitario La Luz de Madrid dispone de un programa asistencial específico en epilepsia liderado por la doctora Asunción de la Morena, jefa asociada de Neurología. La doctora advierte que algunas crisis, como las convulsiones, son detectadas de manera evidente y generalmente llevan a las personas a recibir atención médica con rapidez, incluso a ingresar en la UCI si estas crisis se repiten sin pausa.
Sin embargo, en otro tipo de crisis las manifestaciones son mucho más sutiles, lo que dificulta su diagnóstico precoz. “Un diagnóstico acertado permite controlar las crisis hasta en el 70% de los casos empleando la medicación apropiada. Por lo tanto, disponer de experiencia clínica suficiente en esta enfermedad es de gran importancia para poder reconocerla y establecer el tipo de epilepsia”, señala la neuróloga.
En este sentido, para este diagnóstico preciso, es clave emplear pruebas específicas como el electroencefalograma (EEG). La doctora Anabel Puente, jefa Asociada de Neurofisiología, del Hospital Universitario la Luz, subraya la importancia de disponer de un registro adecuado para poder determinar la presencia de actividad epiléptica.
Según la Dra. Anabel Puente, para aumentar la rentabilidad diagnóstica se pueden realizar estudios de mayor duración llamados video-polisomnografías. “Esta prueba permite valorar la actividad cerebral del paciente tanto durante la vigilia como durante el sueño, incrementando así, las posibilidades de encontrar cualquier alteración”.
Como explica la neurofisióloga, durante estos estudios, los pacientes duermen en un ambiente controlado y se les colocan electrodos y sensores para registrar su actividad cerebral. Además, se completa con sensores especiales para estudiar los patrones de sueño, movimientos musculares, frecuencia cardíaca y respiración. “Esta prueba también es clave para el diagnóstico de otros trastornos como el síndrome de apnea del sueño o la narcolepsia”, concluye la doctora.
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