Pues os contaré, fueron pocas y difusas, algunas de ellas acompañado por mi amigo Cuauhtemoc, en las que siempre pedía algo de comer y beber, cosa que nunca ocurrió. Cuando vamos de visita nos dan agua reciclada, cuando vienen a vernos les invitamos a desayunar. De aquellas primeras y casi únicas, nació respeto y buen rollo, que se tradujo, en nada. Nada de ningún acuerdo, porque jamás los hemos tenido con medios de comunicación, y, nada como fuente, porque el que hacía estas labores era el asesor de Feijóo, Benito Ruvido. Y, ese no habla. Sólo invita a comer y se le olvida pagar, ¡ah! no que ese es Jiménez el del tupper. Pero sigamos con el relato.
De aquellas, aclaro que la relación con Vocento era a través de su dircom, en ese momento: cambiante dircom, porque cada ‘cuatro días’ llegaba uno nuevo, con apellidos más apegados a la empresa… ¡Hubo hasta un Ybarra! Y, de esta forma era imposible enterarse de nada. Las relaciones inexistentes se enfriaron y nunca tuve interés por saber más, ya que lo que estaba por venir es lo que ha llegado. Lo increíble es que nadie se haya dado cuenta.
Hace unos meses en un acto, no recuerdo dónde, me encontré con Antonio Fernández Galiano, hoy asesor de Atrevia y algo más y el propio Luis Enriquez. Nos saludamos cordialmente y les comenté: ‘podíamos vernos un día de estos y me contáis cómo os va la vida’… Risas de compromiso y hasta la fecha.
Hoy, en Vocento se está viviendo una mañana de locura. Los consejeros corren llevando y trayendo nombres… Todo está por decidir, pero lo que queda claro es que después de que se sepa la situación real de la compañía, es más fácil que se la queden los especialistas en desguaces, que los cerebros llamados a crear las nuevas formas de comunicar, de las que tanto presumió nuestro admirado Luis Enriquez.