Anda camuflado, sin moverse por si acaso, el eterno fracasado y superviviente que ha convertido en detritus todo lo que ha tocado, más bien dirigido. Su gestión le ha costado el puesto, en gran medida, al consejero delegado del grupo que apostó por acogerle. Y no sería porque no le avisaron: ni el proyecto pintaba bien ni el encargado tenía las luces necesarias. Se emperró, como lo hizo con anterioridad colocándole en un puesto clave institucional pese a ser un zote, y ahora tiene que leer cómo la competencia le pinta la cara con titulares sobre la subida en Bolsa de su ya exgrupo tras su salida. Mientras, el otro ni respira, bien agazapado y sin respirar por si vienen dando. Y eso que tiene campillo para correr. ¿Acudirá Zapatero al rescate?