Sostiene el becario, por donde le quieren escuchar, que él no sabía lo que se cocía en el periodismo español… Cosas de la vida, y de vivir en una casa digna de ‘Españoles por el Mundo’, o alguna franquicia autonómica de esas que le gustaban a Jorge Sánchez Gallo y a Ernesto Sáenz de Burundanga, perdón, de Buruaga. No dio para más cuando le pusieron en el sillón. Luego, como dice el refrán, Dios los cría y ellos se juntan… Que se lo digan a la gritona, que dicen que estuvo a punto de hacerle la cama. Cosas veredes, como su imagen de Pasionaria de la redacción después de haber tenido mando en plaza en la Secretaría de Comunicación de un ‘rojo peligroso’ como Miguel Ángel Rodríguez en un Gobierno tan ‘progreta’ como el de Aznar. “No soporta no haber llegado al despacho de dirección”, dicen los que sufren sus mítines en la redacción. Ya lo dijo aquél: “Estoy hasta los cojones de todos nosotros”. Y se piró al exilio. Pues eso.