Carlos Alsina recibió el premio ‘Francisco Cerecedo’ de Periodismo el pasado mes de noviembre. Desde el atril pronunció un discurso lleno de referencias al panorama político actual y de agradecimiento a su equipo y todos los profesionales de los que aprendió. Aquí puedes leer y escuchar el discurso completo.
“El cortejo no es de periodistas”
-¿Es usted pariente de la difunta?, me preguntó el guardia.
-No, no –le dije–, yo estoy aquí en misión informativa.
-Ya. ¿Ve aquel panteón? Gire ahí, por favor, y sálgase de la comitiva.
Se había muerto Lola Flores el día antes y en la Almudena, esa mañana, la enterraban. Yo había terminado de presentar mi programa y me ofrecí para hacer de conductor de la unidad móvil porque el redactor asignado había vuelto a suspender el práctico.
La llamábamos ‘unidad’ porque sólo teníamos ésa y ‘móvil’ porque moverse es verdad que se movía. Carecía de cualquier elemento tecnológico pero lucía en el capó un enorme logotipo: RadioVoz. Al acceder al cementerio, no por audacia sino por torpeza, acabé introduciendo aquel vehículo minúsculo entre el coche de policía que abría el cortejo fúnebre y el coche mortuorio con la faraona.
Así quedó conformada la cabecera: coche de policía-Alsina-Lola. Vivo-vivo-no viva. Fue la única vez de mi carrera en que me sentí, en verdad, pionero. Hasta entonces -la Reina lo sabe- habíamos visto a los reporteros americanos empotrados con los marines en Iraq. Pero el nuestro era el primer medio de comunicación empotrado en un cortejo fúnebre.
Con los años se haría costumbre que los medios integraran todo tipo de séquitos, mayormente políticos, bien para sacar en procesión al líder por el que beben los vientos, bien para acompañar en su duelo al líder abatido (a la última noche electoral). Mi gozo de aquella mañana por la intrepidez funeraria duró poco. Avanzaba compacto el pelotón de cabeza cuando el guardia municipal me dio el alto.
‘¿Es pariente de la difunta?’ Aguzó su mirada de guardia, hizo un movimiento de dedo índice inequívoco y pronunció esta frase (primera cita de la noche). Dijo: ‘El cortejo no es de periodistas’. Con el tiempo entendí que al extirparme de aquella escudería me salvó de una suplantación bochornosa: la de aquél que teniendo que ser sólo testigo actúa como miembro de la comitiva.
Me vacunó para siempre de la atracción por lo groupie, los clubs de fans y los orfeones. Cada vez que hoy tengo un ministro, o aspirante, sentado en mi estudio y me asalta la tentación de bailarle el agua suena aquel guardia en mi cabeza: ‘El cortejo no es de periodistas, Alsina’. Y no bailo.