Sus ex compañeros de periódico todavía andan despiporrándose (vulgo descojonándose) por los suelos, después de haberle visto comentar, como si fuera una proeza, que en sus años mozos de becario -tampoco parece que aprendiera mucho, la verdad- le tocó “seguir” a la cupletista y trabajadora del circo de Ángel Cristo, Bárbara Rey (aquí también hay una gran historia de calcio). Toda una proeza, oiga, en una carrera periodística que se desinfló como un buñuelo de viento, para acabar como autor de pseudónimos y palafrenero del turras de Mejide. El mismo que se sorprendía de estas cosas cuando llegó a Madrid, según él.
Lo que siempre extrañó en aquella redacción, donde aún recuerdan el trabajo de su esposa en cierta agencia con vinculaciones políticas de alto nivel, donde estaba escondida, sin tarjetas de visita, ni nombres en el teléfono, sin despacho… Cuando el dueño de su libertad de contar y cagarla empezó con sus gilipolleces, ella salió de los brazos de la agencia que la tenía escondida. Por cierto, querido Becario, los temas que te mandaba tu chica, ¿los publicabas? o tu pulcritud no te dejaba hacerlo y se los devolvías, o por qué la echaron o por qué se fue el perfume de tus cabellos…
Un día un cura corría detrás de un niño… Otro cura le decía corre Gabilondo que como coja al niño se lo peta… Un día un político dijo: ‘Nombremos al que debe negociar con la Católica sobre los abusos sexuales en los 20, 30, 40, 50, 60, 70, 80, 90 2000, 2010… De esto te enterabas querido becario, o sólo de lo que te conviene.
¡Ay! tu chica que mona como directora de comunicación escondida detrás de las faldas de doña Inés… ‘Si la saco, me la ves ‘.
¡Vamos campeón!