Juan José Güemes fue quien dio el visto bueno al fichaje de Begoña Gómez por parte del Instituto de Empresa (IE) de Diego del Alcázar, el hombre protegido por el paraguas de Javier Ayuso, ex dircom del BBVA y de la Casa Real (entre otras cuestiones), que ahora muñe como asesor de comunicación de dicha institución y acompaña a su jefe a declarar a los juzgados.
La aparición de Güemes en escena ha dejado, literalmente, “patidifusos” a quienes ya habían perdido de vista a la joven promesa, allá por la década de los años 10 de este siglo, del Partido Popular. Güemes, de ilustre prosapia pepera, con su madre colaboradora en tareas administrativas en la sede de Génova; Güemes, estrella al alza amparada, primero, por Rodrigo Rato y, después, por Esperanza Aguirre; Güemes, que junto a Andrea Fabra, conformaba la pareja idílica del PP.
Pero también otro Güemes que ha abierto el baúl de los recuerdos sobre el ex secretario de Estado de Turismo, recogido más tarde por Aguirre como consejero de Empleo y Mujer y como consejero de Sanidad. La “melena más frondosa” del PP madrileño, como le calificaban algunos con mucha mala leche, siempre se movió en el epicentro de cuestiones “delicadas” que, según versiones oficiosas, llevaron a su salida de la primera línea política.
Todavía hay quienes recuerdan la vinculación familiar con su suegro, Carlos Fabra, presidente de la Diputación Provincial de Castellón para unos, cacique local para otros. En todo caso, el hombre de la suerte, al que le tocaron siete premios de relumbrón en la Lotería. Un sujeto que formó parte, junto con su yerno, de un vértice con el Julio Ariza de aquella Intereconomía que montó -seguramente por deontología periodística, no crean lo contrario- campañas para blanquearle y defenderle de las acusaciones de corrupción. Por cierto, terminadas en condena años atrás cuando ya, expulsado de la órbita popular, acabó defendiendo a Vox, donde, también curiosamente, tienen vara alta los Ariza.
Esos Ariza que no dudaron en intentar emboscar a los acusadores de Fabra o en enviar a reporteros travestidos de matones para placar a un equipo de laSexta que realizaba preguntas incómodas a Fabra, papá de Andrea, esposa de Juanjo. Por cierto, uno de los enviados, que luego acabó llevando la comunicación en un Ayuntamiento socialista y sin querer saber nada de los Ariza, era especialista en el asunto, ya que también viajó a recoger alguna maleta del millonario irlandés que financió lo de Libertas. Operación de las que algunos sacaron buena tajada a pesar del resultado de mierda conseguido por el ciego Durán.
Fueron años, aquellos, en los que Fabra, Güemes y Ariza eran un todo. Días de vino, rosas y mariscos caros en restaurantes de lujo del barrio de Salamanca de Madrid, que propiciaban financiaciones y colocaciones, como la de uno de los hijos del Hearst navarro de marca blanca, situado como jefe de gabinete del consejero madrileño. El mismo que, a cada paso, se lamentaba de que algunos le gritaban “yerno de Fabra” por la calle.
Güemes no soportó, según su versión, la presión. Otros, más maliciosos, creen que lo que no soportó fue que su suegro fuese trasplantado de hígado en un hospital madrileño, en lo que muchos interpretaron como un acto con resabios a nepotismo -por aquello de haber estado ejerciendo como consejero de Sanidad– que, si no lo fue, al menos lo pareció.
Ahora, Güemes aparece en otro epicentro con tufo a escándalo. Y es que hay cosas que no cambian: la cabra tira al monte, el agua moja, el fuego quema y la mierda a las cloacas. Esto es así, lo diga Aguirre, las ranas, Agamenón, su porquero o Javier Ayuso.
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