El ictus isquémico, conocido también como infarto cerebral o embolia cerebral, es el resultado de una obstrucción de los vasos sanguíneos que impide el flujo normal de sangre al cerebro, lo que provoca daños neurológicos importantes. Las enfermedades cerebrovasculares son las que más contribuyen a este tipo de ictus, representando entre el 85% y el 90% de todos los casos de ictus.
El término ictus, que significa “golpe” en latín, subraya la rapidez con la que se manifiestan los síntomas. Según el Dr. Oriol Franch, jefe de Servicio de Neurología del Hospital Ruber Internacional, “es fundamental reconocer los signos iniciales del ictus y actuar rápidamente, ya que el tiempo es vital: cada minuto que pasa sin tratamiento, millones de neuronas están en riesgo de muerte”.
Por ello, el neurólogo del centro hospitalario madrileño, destaca la importancia del diagnóstico y tratamiento rápido del ictus isquémico, una de las principales causas de discapacidad y mortalidad en el mundo.
Entre las principales causas que generan un ictus isquémico se encuentra la aterosclerosis, una condición en la que las arterias se llenan de placas grasas que pueden bloquear el flujo sanguíneo o desprenderse y viajar a otra región, causando una embolia. Los factores de riesgo más comunes son la hipertensión arterial, colesterol elevado, diabetes, tabaquismo y sedentarismo.
Otras causas, apunta el neurólogo, pueden estar relacionadas con afecciones cardíacas, como arritmias o prótesis valvulares, que favorecen la formación de coágulos que pueden llegar al cerebro. “En personas jóvenes, se han observado causas menos comunes, como la disección de la arteria carótida o alteraciones congénitas del corazón como el foramen oval permeable”.
Síntomas del Ictus. ¿Cómo Reconocerlos?
El doctor resalta que un ictus provoca alteraciones neurológicas bruscas, y los síntomas varían según el área del cerebro afectada. Los más comunes incluyen:
- Alteraciones del lenguaje con dificultad para expresar y/o entender.
- Pérdida de visión parcial o completa, o visión doble.
- Pérdida de sensibilidad o debilidad en un lado del cuerpo, afectando a la cara, brazos o piernas.
- Problemas para caminar o mantener el equilibrio.
- Dolor de cabeza severo y repentino, descrito a menudo como un “trueno”.
El Dr. Franch insiste en la importancia de reconocer estos síntomas a tiempo y llamar al servicio de emergencias inmediatamente. “Cada segundo cuenta. La atención médica rápida puede ser la diferencia entre la vida y la muerte, o entre una recuperación completa y una discapacidad permanente”, señala.
En este sentido, el diagnóstico del ictus es una emergencia médica que requiere acción rápida para evitar daños irreversibles. Activar lo que se conoce como “Código Ictus”.
“Este conjunto de protocolos médicos señalan los pasos a seguir para evaluar clínicamente al paciente, realizar estudios de neuroimagen y comenzar el tratamiento dentro de las primeras 24 horas desde el inicio de los síntomas”, explica el doctor.
Hay veces que las pruebas diagnósticas realizadas en las primeras horas permiten un diagnóstico preciso de cuál ha sido la causa del ictus. En otras ocasiones no hay un diagnóstico de certeza de cuál ha sido la causa que ha provocado la oclusión de una determinada arteria. En esta situación, hay que realizar estudios diagnósticos adicionales que permitan identificar la causa específica de la obstrucción arterial. “Para ello, se realizan pruebas avanzadas como ecografía de las arterias cerebrales, ecocardiografía para evaluar posibles problemas cardíacos y monitorización electrocardiográfica prolongada, para intentar detectar una posible arritmia cardiaca que pueda haber causado el ictus”, sostiene el Dr. Oriol Franch.
Tratamientos del Ictus Isquémico
El tratamiento del ictus isquémico depende de la etapa en la que se encuentre el paciente. El jefe del Servicio de Neurología del Hospital Ruber Internacional detalla las diversas opciones terapéuticas disponibles para cada fase de la enfermedad: en la fase aguda, es decisivo que el paciente sea ingresado en una unidad de ictus o de cuidados intensivos para ser monitorizado, para asegurar cuidados generales adecuados y para la eventual administración de tratamientos trombolíticos.
Existen distintos tratamientos que se pueden poner al inicio para tratar de eliminar la oclusión (trombo) arterial, y revertir los síntomas y el daño que el cese de la irrigación sanguínea está ocasionando al tejido cerebral. Uno es la fibrinolisis intravenosa, un procedimiento que disuelve el coágulo causante del ictus. Este tratamiento debe iniciarse dentro de las primeras 4,5 horas tras los primeros síntomas. Esta ventana de tiempo se puede ampliar en aquellos pacientes en los que los estudios de neuroimagen detecten tejido cerebral en riesgo, que no ha llegado a infartarse.
Otro tratamiento avanzado es la trombectomía mecánica, una intervención endovascular que, a través de las arterias, permite deshacer el coágulo de las arterias cerebrales.
Después de la fase aguda, continua el especialista, se establece un tratamiento personalizado a largo plazo. Lo que denominamos prevención secundaria cuyo objetivo es reducir el riesgo de recurrencia del infarto. Esto consiste en una serie de medidas que incluyen el control estricto de los factores de riesgo, como hipertensión arterial y colesterol elevado, y cambios en los hábitos de vida (dieta mediterránea, ejercicio físico, no fumar, moderar o eliminar el consumo de alcohol). Según la causa del ictus, se pueden administrar antiagregantes como ácido acetilsalicílico o clopidogrel, o anticoagulantes, si el origen está relacionado con una cardiopatía causante de embolias.
“En ciertos casos, se pueden realizar intervenciones invasivas para corregir estrechamientos severos de las arterias carótidas o reparaciones cardíacas si hay defectos que contribuyen al riesgo de embolias”, concluye Oriol Franch.
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