La reciente denuncia pública de acoso contra Íñigo Errejón ha generado una gran controversia y repercusiones en redes sociales y en el ámbito político. Todo comenzó con testimonios anónimos difundidos en plataformas como Instagram, donde mujeres relataron supuestos episodios de acoso psicológico y maltrato emocional atribuidos al político.
Relatos que se terminaron amplificando en redes sociales, con testimonios a los que se les podía poner cara, como el de la periodista Cristina Fallarás y la actriz Elisa Mouliaá, que decidieron compartir sus desagradables experiencias, lo que impulsó la atención y presión mediática en torno al caso.
Ahora bien, como sucede en la mayoría de ocasiones, en redes sociales, los comentarios han sido, desde que el caso se ha hecho público, divididos, con y contexto de las acusaciones. Aunque, aun así, la polémica ha sido tan amplia que ha reavivado el debate sobre la presencia del acoso sexual en la política y en general, en el entorno empresarial.
El caso Errejón desata elementos característicos de un movimiento #MeToo
Una ola de denuncias públicas sobre acoso y abuso en ámbitos de poder político e institucional y empresarial que recuerda a las dinámicas del #MeToo, donde las redes se convierten en un espacio para la denuncia y para amplificar testimonios de personas que suelen sentir que no tienen voz en instancias formales.
Además, la respuesta de la organización política Sumar —a la que pertenecía Errejón—, que en vez intentar mitigar la realidad se ha basado en el apoyo a las mujeres afectadas lanzado una investigación y emitido comunicados que condenan la violencia machista, parece indicar que el tema está siendo abordado con una perspectiva de cero tolerancia.
Y, por tanto, aunque aún es pronto para confirmar que estas acciones desembocarán en un movimiento amplio de denuncia de acoso en el ámbito político español, lo que sí está ya claro es que se está generando un debate sobre la transparencia, la ética y la coherencia tanto en las organizaciones, como en la vida pública.
Así, la situación destaca y pone en valor el poder de las redes sociales para visibilizar problemas de violencia de género en sectores de alto perfil, siguiendo una línea similar a la de cualquier movimiento en otras industrias. Pero, la pregunta que se dispara en redes es ¿por qué lo cuentan, antes que denunciarlo? Según expertas en psicología, cuando la violencia se da en relaciones de poder y jerarquías, se plantean cuáles van a ser las consecuencias, si se juegan el puesto de trabajo,si las van a creer, si alguien las culpabilizará…
Y todo eso que piensan es absolutamente legítimo a la hora de plantearse la denuncia en un proceso en el que todas quienes se dedican de una u otra forma al ámbito de la violencia dicen que no es fácil. Al final, los casos demuestran la existencia de una creencia generalizada de que “las instituciones no les van a brindar el apoyo adecuado”.
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